Con cada paso que daba más comenzaba a irritarme ¿Qué clase de incertidumbre es esta?
Mientras Jade me traía hacia el edificio, repare en todas las parejas que había fuera, disfrutando del inicio de San Valentín, si claro, solo ellos no sentían el frio en San Valentín.
Me despedí de Jade prometiéndole los detalles de la discusión.
—Buen día, señorita—una lluvia de dichas frases me recibió al entrar al edificio.
La sangre francesa bajo mi cuerpo comenzaba a hervirme, traté de ponerles buena cara, ellos no debían pagar mi mal genio, sino aquel hombre que se encontraba en el último piso del edificio, en la última maldita planta, quizá regodeándose de lo lindo en su trabajo, evitándome.
Claro yo también estaba evitándolo, no había querido llamarlo, pero por alguna razón sabía a sobre manera que se encontraba ya trabajando, porque claro, era Leonard Dómine.
Arrugué la bolsa de papel en mis manos, no Audrey, aquí no, canaliza tu ira en aquel tipo de la última planta... ¿canaliza? estrangularlo y patearle el culo eran mis pensamientos que me regodeaban.
Además, podría echar a perder las deliciosas tartaletas, estas no tenían la culpa. Llevaba esas tartaletas como ofrenda de paz, pero no hay paz sin guerra.
Oh Leonard bebé, me vas a escuchar.
Anoche había dormitado junto a Leonard un poco, cuando lo dejé en el sofá, pero después decidí que era mejor llamar a Dante para que lo llevase a su habitación. Dormitar junto a un borracho, solo a mí se me ocurría semejante cosa.
Hoy por la mañana había evitado a toda costa este sentimiento, pero ahora, con cada piso que subía, la espera me había arder el estómago, si alguien se cruzaba en mi camino, bien le podría ir mal, muy mal.
La puerta se abrió en el último piso, silencioso, solo se escuchaba el constante tipeo de las teclas de la computadora de la secretaria, parecía recién salida de su carrera, rubia, de cuerpo lindo, a pesar del frio llevaba una corta falda negra y una blusa gris de manga larga y cuello de tortuga que, en el pecho, justo en la sima de sus senos había una ancha abertura, demasiado sugerente, podía adivinar sus intenciones.
—Disculpé, pero Leonard no pude recibirla—levanto la vista, sus feos ojos de pescado me lanzaron una mirada asesina.
—¿Leonard? —pregunte incrédula, oh no, esta tipa olía a víctima.
—Ha escuchado bien, señorita, Leonard no la recibirá, ya puede retirarse—frunció sus labios con un rojo demasiado corriente.
Asentí con una ancha sonrisa.
—Ya veo, así que ¿Leonard? No me recibirá—me pase la mano por el mentón.
La chica se levantó se su asiento.
—Si no he sido clara, llamaré a seguridad.
Solté una carcajada.
—Has sido bastante clara, cielo—simplemente no podía parar de reír—la que no ha sido clara soy yo.
—¿Ah no? —soltó con tono arrogante.
Me limpie las lágrimas de la risa.
—Bien—suspiré—dejaré las cosas claras para ti...
—No tiene por qué, en lo que se refiere a Leonard, yo soy la que decide.
Ah, chica arriesgada.
—Está bien— mi ira volvía a acumularse—eres bastante insolente.
—La única insolente y maleducada eres tú—me apunto con su dedo chato— ¿Cómo se atreve a venir hasta aquí? —me barrió con la mirada—Llamaré a seguridad para que se la lleven.
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MURIENDO POR TI (Libro 2)
RomanceA veces la vida que planeamos no es lo que resulta, por mucho que lo deseemos. Para Audrey, ahora su vida se ha convertido en la de alguien desconocido. Para Leonard, luchar es algo que agota su energía cada vez más. Lo que ambos no saben son las...