CAPÍTULO 48 SE TRATA DE MI HIJO

220 11 0
                                    

Es un poco extraño creer que vives en un castillo (aunque el dueño se niegue por completo a reconocer que lo es, me refiero a lo que conlleva ser un castillo). Sobre todo, porque, precisamente el dueño, te presenta a todos y cada uno de los trabajadores, quienes te reciben en la entrada como si de verdad fueras de la realeza.

Si me gusta esta atención.

No.

Me fascina.

Al parecer los fines de semana la mayoría del personal descansa, pero el lunes (justamente el día que mis padres llegaron) todo personal centró su atención en mí, también en el resto de los invitados.

No fue tan divertido cuando mi madre, Gianna y mi nana se unieron fuertemente para atosigarme con preguntas sobre cómo me sentía, sobre lo que tengo y no tengo que hacer como futura madre. Leonard, como buen hombre, se largó dejándome con la bola de cuchicheo de nuestras madres "expertas", alegó que tenía "asuntos de trabajo que hacer" en su despacho. Me prometí a mí misma que lo ahogaría con una almohada por la noche.

Papá lloró mucho en cuanto me vio, me sentí algo culpable por lo que hice hace un par de meses, le pedí disculpas, pero él me dijo que no pasaba nada, eso solo me hizo sentir mucho más culpable.

En cuanto la primera semana juntos pasó, yo ya me sentía demasiado cansada, pronto papá se marchó y mi madre quiso quedarse conmigo. Para variar.

Me sorprendí bastante con ello, no quería separarse de mí, había hecho una buena alianza con Gianna, nunca conocí a una amiga verdadera de mi madre, o incluso su lado amistoso, pero verla con Gianna me pareció bastante bueno, al menos podía cambiar un poco. Si es que lo hacía para bien, claro.

Supongo que los nietos cambian a los padres, mi pequeño intruso y yo podríamos apañárnosla con eso.

Estaba tomando el desayuno, era miércoles y una de las chicas, Lia, acercó un plato de galletas en medio de la mesa, en cuanto pasó cerca de mí, un agudo nudo en el estómago me cruzó. Me levanté y corrí hacia la cocina, ya que el baño estaba muy lejos, vacié lo que apenas y había picado.

Segundos después, apareció Leonard tomando el cubo de basura y arrojándose hacia una esquina, para, ¿vomitar?

Me enjuagué la boca, me asomé hacia donde estaba, con la cabeza gacha en el cubo.

—¿Leo?

Levantó la cabeza, con los ojos desubicados.

—Tus deseos—jadeo—se han cumplido.

Solté una fuerte carcajada.

—No creí que fuera posible... ¿fue por?

—Galletas—asintió—olí esas asquerosas galletas—contrajo el rostro con asco.

Le extendí la mano.

—Bienvenido—sonreí—al club de los ascos—tomó mi mano, pero se levantó sin esfuerzo.

—¿En la salud y en la enfermedad?

Me lo pensé un poco.

—Digamos que es más consecuencia del matrimonio— lo miré traviesa—y de mucho sexo.

Ahora sí, Leonard soltó una fuerte risotada, regresamos al comedor.

—Rimuovere i biscotti—(retira las galletas) le dijo a Lia.

Nathe comenzó a reírse en cuanto nos vio entrar.

—¿También te afecto el embarazo, petit frère? —(hermanito)

Enarqué una ceja en cuanto volvimos a tomar asiento.

—¿L'appelez-vous ainsi maintenant? —(¿ahora lo llamas así?) inquirí.

MURIENDO POR TI (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora