CAPÍTULO 6 DUDAS Y REACCIONES

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—Así que tú eres Emilia—le dije a la chica sentada frente a mí.

Su tez era oscura, rosaba apenas los veinte y pocos, era un poco robusta, pero fuerte de complexión, parecía siempre optimista, había un brillo feliz en sus ojos, y las comisuras de su boca permanentemente curvadas hacia arriba, como si todo el tiempo se divirtiera y disfrutara de ello.

—Si, señorita Audrey—sonrió anchamente—ya deseaba conocerla.

Me dio la impresión de que quizá Emilia era el reflejo de lo que la mayoría del mundo debe ser y estar, solo disfrutar de la vida, Emilia parecía que disfrutaba de cada segundo que podía.

Me gustaba su aura, su energía se reflejaba en todo momento y era contagiosa, de hecho, me sentía bien, para semejante bomba que me habían arrojado, me sentía relajada, o quizá era aun el efecto de lo que sea que me habían inyectado.

Ahora nos encontrábamos en una camioneta negra, bastante bonita y ostentosa, a lado del chofer iba un hombre trajeado y abrigado, alto como un oso, era un guardia de seguridad, cada vez me intrigaba más ese pasado, pero aún no quería darme ese chapuzón de maraña tormentosa.

A lado de Emilia estaba mi abuela, tenía un ojo hacia mi y el otro en el teléfono, esperando algo casi con impaciencia, me intrigaba su comportamiento, sabía perfectamente que algo me estaba ocultando.

Y, por último, ese hombre, se mantenía a lado de mi y estaba al pendiente de cada uno de mis movimientos. La abuela me había dicho que era mi prometido y estaba total y completamente confundida.

Primero, no estaba nada mal, era un hombre muy guapo, con ojos hipnóticos, incluso su colonia fresca me provocaba un nudo en el estómago que tiraba de mí, maldita sea Audrey contrólate. La idea no era nada mal, se veía un hombre importante y era muy atento.

Segundo, no lo recordaba, aunque quisiera y me esforzara, no podía recordarlo, era una enorme decepción de mi parte, y casi era desesperante, quería preguntarle mil cosas, pero, ahora me sentía avergonzada, quizá si en algún momento me quedara sola con él...

Ahora ¿Cómo romper el hielo?, había tantas cosas que quería preguntar en todo este camino, el tiempo pasaba y mi cabeza daba vueltas una y otra vez.

Suspire, me rendí, entonces gire mi cabeza y lo vi, como había supuesto, en ningún momento me había quitado la mirada de encima, sonrió anchamente cuando mis ojos se toparon con los suyos, enigmáticos, relucientes, brillantes, ansiosos, eran verdes como dos hermosas esmeraldas, enmarcados con unas largas y tupidas pestañas oscuras que hacían que sus ojos se vieran más potentes.

Y dios su sonrisa, esa condenada sonrisa que surcaba los pliegues de sus mejillas, mostraba una perfecta dentadura blanca, era picara, como si de un niño se tratase, quizá ese era su espíritu, vivaracho, pícaro y ambicioso.

Maldición Audrey, respira, me abofetee mentalmente.

—Así que...Leonard ¿de dónde eres? —si podía hacer preguntas no tan incomodas.

Bueno, esa belleza debía de ser de otro país, estaba claro, tenía su tez broncínea y había algo en su recta nariz que me había dudar de su procedencia canadiense.

Su sonrisa se volvió un poco triste, pero tal vez no quiso demostrarlo, solo un poco.

—Soy de Nápoles, Italia—su voz, su voz era engatusante.

Podía encontrarme con la boca abierta en cualquier momento.

—Y...ahora, hum... ¿hacia dónde vamos?

MURIENDO POR TI (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora