El cretino de Pollard

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Pollard estaba esperando a la invitada y trajo consigo un grupo de guardaespaldas. Miró a Elena:

Un gusto verte de nuevo Elena, pero... ¿A dónde vas con la tía Lin?

Pollard, ¿cómo sabrías que iba a venir?

Debo darte crédito por eso, no sé qué hiciste para obtener la ubicación de la anciana, pero te conozco y sabía que no te ibas a conformar con solo escuchar su voz, así que te he estado esperando, realmente no me decepcionaste.

Elena miró al que ahora se sentía como su enemigo.

La tía Lin necesita ir urgente al hospital, déjame llevarla, por favor, y después haré todo lo que me pidas.

Pollard miró los ojos claros y brillantes de Elena, negó con la cabeza y dijo con algo de arrogancia:

Elena, no soy ingenuo. Mis hombres pueden llevar a la anciana al hospital, ¿pero tú? Tienes que terminar lo que comencé en la habitación del hotel.

Elena frunció las cejas, estaba perdida, tenía que ceder a lo que le pedía, pensó de momento lo que iba a hacer, hasta que dos de los lacayos de Pollard le arrebataron a la tía Lin y se la llevaron a un coche estacionado.

Él, en cambio, agarró el delgado brazo de Elena y la arrastró al interior de la casa. Después de cerrar la puerta, la llevo a una habitación. En eso, ella quiso escaparse, pero el hombre fue más rápido, le puso las manos en la parte superior de su cabeza y luego extendió la mano para desabrocharle la ropa.

Elena cerró los ojos, no se resistió más y dijo tranquilamente:

Pollard, me estas lastimando. Déjame desvestirme sola, no me puedo escapar.

Su suplica llegó con su voz clara y suave, que el hombre no tuvo otra opción que aceptar:

No estés jugando con mi paciencia, no quiero hacerte daño.

Elena comenzó desvestirse. Pollard estaba excitado, en su mente, ella le pertenecía. En los últimos años, han estado muchas mujeres, pero ninguna como Elena.

Él quiso apartar el velo de su rostro, así que Elena aprovecho para intentarle clavar una aguja de plata en la nuca. Fue en vano porque el hombre la detuvo.

Elena, te conozco muy bien como para saber que me vas a clavar una aguja de plata.

Oh, ¿por qué piensas que te quiero clavar una aguja?

Y enseguida, proyecto su rodilla en la entrepierna de él, corrió con la intención de escapar, dejándolo resoplando de dolor

El hermoso rostro de Pollard se ha vuelto hosco y espantoso. Lo que más odia es que ella lo traicione. Rápidamente, la siguió a grandes zancadas y la atrapó de nuevo.

Violentamente inclinó la cabeza y la besó.

¡Elena, te dije que no juegues con mi paciencia! ¡Hoy tú serás mía!

Ella estaba luchando, forcejeaba por soltarse mientas que controlaba su ira para evitar matarlo. Este hombre no lo conocía, es repugnante. Antier o ayer se acostaba con su hermanastra, pero hoy, quiere abusar de ella.

¡No me toques, suéltame!

De repente se escuchó un sonido extraño afuera y al instante la puerta principal se abrió de un golpe.

El enorme sonido fue acompañado de una emocionante hostilidad. El viento frío del exterior invadió instantáneamente y una voz profunda y magnética resonó en los oídos de las dos personas:

Quítale tus sucias manos de encima de inmediato.

Elena levantó rápidamente los ojos, vio un cuerpo alto junto a la puerta, es Holden.

Holden acababa de regresar. Vestía un traje negro que se ajustaba a su cuerpo, y sobre este tenía un abrigo del mismo color. Se veía tan elegante, con un aura poderosa y abrumadora, y con su mirada se podía sentir toda la ira de su interior...

La novia sustituta del millonario, pt.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora