Déjeme ayudarlos

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Al día siguiente, Celeste salió por la mañana al huerto para reincorporarse y Tomás visitó la casa de los Corrado como había prometido.

El viejo no estaba muy seguro, pero fuera lo que fuera que buscaran de él y su nieta los enfrentaría.

Tomás cruzó los portones de seguridad, llegó a la puerta principal y tocó decididamente.

— Buenos días, ¿dígame? — abrió la puerta principal una de las mujeres de servicio

— Buenos días, vengo a ver al señor de la casa — respondió el anciano pues había olvidado el nombre que Celeste le había mencionado.

— ¿Con respecto a qué? — le cuestionó la empleada desconfiada

— Bueno señorita, verá, yo ........... — iba a comenzar a explicar pero alguien lo interrumpió

— ¿Don Tomás?, ¿Es usted? — lo interrumpió Lucrecia quien había llegado a la puerta tras escuchar la voz del viejo

— Si, sí, soy yo, discúlpeme señorita, ¿usted es?

— Soy yo, Lucrecía, ¿se acorda de mí?

Tomás puso cara de confundido, pues aunque Celeste les contaba mucho acerca de ellos y esa casa, el hombre jamás los había visto en persona

— Usted es el abuelito de Cel, la nenita que trabaja en el huerto, ¿no?

— ¡Ah claro! Lucrecia — se iluminó la mente del anciano, — Celeste siempre me habla de vos, es un placer conocerte

— Igualmente — dijo Lucrecia sonriendo

— Dice que viene a ver al señor de la casa, pero ni siquiera sabe como se llama — le contó la mujer de servicio a Lucrecia mirando al anciano de mala gana

— ¿Por qué vos no vas a ver si ayudas a algo en la cocina? Yo me encargo del señor

— Pero la señora Paula me pidió que hoy yo atendiera la puerta

Lucrecia volteo a mirar a la mujer

— ¡Andate!

La otra mujer se marchó refunfuñando

— Pase Don Tomás, por favor

Tomás entró a la mansión, mientras Lucrecia cerraba la enorme puerta, el viejo quedó sorprendido mirando la casa que era enorme y muy linda, a decir verdad el anciano siempre pensó que su nieta exageraba sobre esa casa, sin embargo se dio cuenta que todo lo que decía la niña se quedaba corto.

Lucrecia se paró frente a él

— No sabe que gusta me da conocerlo, Celeste nos habla mucho de usted — dijo la empleada emocionada

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— No sabe que gusta me da conocerlo, Celeste nos habla mucho de usted — dijo la empleada emocionada

— Mi nieta también me habla mucho de todos, por cierto muchas gracias por ser tan atentos con ella — agradeció el hombre

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