Regresa a mis brazos... ❤

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— Entonces Don Tomás, ¿no pudo hablar con esa mujer?

— No Cata, cuando pedí hablar con ella llegó su marido, el señor Gabriel y no pude hacerlo, no me quedó de otra más que decir que iba a agradecerles el gesto de haber ayudado a mi nieta cuando se desmayó en su casa

— Pero, ¿la vió?

— Si, si, la vi

— ¿Y era la misma mujer de su foto?

— Al principio tenia mis dudas, no estaba seguro cuando la vi en mi casa, pero ahora que fui a la mansión estoy casi seguro que esa joven es ella, la hija del dueño de la casa en la que trabaja como jardinero en Bariloche

— Ay Don Tomás, no se si eso de preguntarle a esa mujer si sabe algo sea buena idea

— Yo tampoco Cata, pero, tal vez sea mi única oportunidad

— Don Tomás, ¿le puedo hacer una pregunta?

El anciano asintió

— ¿Por que de repente tanta insistencia en investigar sobre el pasado de Celeste? — preguntó Cata y Tomás suspiró

— Ya te lo dije, yo cada día estoy más viejo, no se cuanto tiempo vaya a durar — dijo el anciano con cansancio. — Y no quiero que mi Celeste se quede sola —

— No diga eso Don Tomás, usted todavía esta fuerte y falta mucho para que eso pase, además ya habíamos hablado de eso, usted y Celeste nos tienen a nosotras

— Yo lo se Cata, pero, últimamente me siento más cansado, más acabado

— En todo caso, ¿por que buscar a unos padres que abandonaron a Celeste de bebé, por que mover un pasado doloroso?

— Por que ella tiene derecho de saber Cata, tiene derecho a buscar respuestas, y quiero que pase eso antes de que yo me vaya, solamente así me podría ir tranquilo

— Basta Don Tomás, no hablemos más de eso que me pone nerviosa, yo insisto en que no es buena idea investigar el pasado, además, ¿por que esa mujer sabría algo sobre mi Celeste?, tal vez usted la encontró allí, en casa de esa familia, pero eso no quiere algo, además usted mismo me contó que esa mujer era muy joven y sólo iban de vacaciones cada verano, se me hace imposible que sepa algo

— Tengo un presentimiento Cata, no se, pero lo tengo

Cata entrecerró los ojos y tomó la mano del anciano en señal de apoyo.

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Larreta entró a la mansión, había llegado hacia unas cuantas horas a Buenos Aires y tenia noticias

— Por favor, siéntese, la señora Lucia ahora baja — pidió el ama de llaves

El hombre agradeció, se sentó en el living y mientras sacaba unos papeles de su portafolio Lucia bajaba las escaleras

— Señora Galán — se paró el hombre como cortesía y estiró la mano para saludar

— Señor Larreta — respondió Lucia amablemente, tomando la mano que había ofrecido el hombre, — Por favor, siéntese —

El hombre se volvió a poner cómodo en un silla frente a Lucia, ella simplemente miraba expectante

— ¿Alguna novedad — preguntó nerviosa

Larreta respiró profundo mientras acomodaba los papeles de su mano, Lucia estaba lista para escuchar de nuevo un rotundo "no" como lo había hecho con los diferentes investigadores en todos esos años