Llorar tranquiliza el alma

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Celeste caminaba con pasos lentos, al llegar a la puerta que daba hacia el jardín se detuvo, vió a una mujer que conocía muy bien sentada en una silla de la mesa de jardín, distraída, centrada en sus penas, ni siquiera se dió cuenta que la niña la observaba desde lejos.

El corazón de Celeste comenzó a latir a prisa, como siempre le pasaba cuando veía a Lucia, Celeste trataba de huir siempre que eso pasaba pero esta vez era diferente, algo la jalaba hacia ella.

La niña no muy segura se iba acercando lenta y silenciosamente, cuando llegó a la mesa en la que la castaña estaba tomó aire para juntar el valor para poder hablar.

— Hola — dijo la niña con su tierna voz

Lucia quien seguía llorando en silencio  con la mirada baja escuchó la vocecita, vió en el piso unas zapatillas negras y levantó la mirada

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Lucia quien seguía llorando en silencio  con la mirada baja escuchó la vocecita, vió en el piso unas zapatillas negras y levantó la mirada.

Y allí estaba Celeste, parada frente a Lucía y de repente, no hubo nada más, como si el tiempo se hubiera detenido, esos ojos castaños que eran como espejos se estaban mirando fijamente, con ese sentimiento que a Celeste hacia que le temblara la voz y las piernas y a Lucia que el corazón le diera un vuelco.

— Hola — le respondió Lucia mientras pequeñas y pausadas lagrimas salían de sus ojos.

Celeste volvió a tomar aire

— ¿Esta bien? — le preguntó la niña

Lucia no podía dejar de verla

— Estoy bien — le respondió Lucia mientras se limpiaba las lagrimas con sus dedos.

La niña sintió la tristeza de Lucia

— Mi abuelo dice que................ llorar tranquiliza el alma — dijo la niña en pausas, estar frente a Lucia la intimidaba

Lucia por primera vez sonrió delicadamente hacia Celeste

Lucia por primera vez sonrió delicadamente hacia Celeste

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— Tu abuelo tiene razón, solo que ............... las mías no han logrado tranquilizar la mía — le explicó Lucia dulcemente

— ¿ Y ................. que lo haría? — preguntó la niña timida

Lucia suspiró, tratando de encontrar las palabras correctas.

— Que algo que me robaron hace muchos años y que es muy valioso para mi regrese a mis brazos, solamente así mi alma estaría tranquila.

Celeste sabía que Lucia se estaba refiriendo a su la hija que le habían contado que estaba buscando.

— Ojalá eso pase muy pronto — Celeste sonrió dulcemente

— Gracias — le respondió Lucia conmovida, por alguna razón esa niña le hacia sentir algo que solamente había sentido una vez en la vida: cuando tuvo a su hija sobre su pecho por primera vez.

La niña bajó la mirada al suelo bajo la mirada fija de Lucia, mientras eso pasaba algo en el cuello de Celeste soltó un destello por el sol, Lucia al ver ese destello se enfocó en el cuello de la niña de donde colgaba una fina cadena con una medallita, por alguna razón a Lucia le llamó la atención.

— ¿Qué es eso? — le preguntó Lucia

Celeste vió que Lucia veía hacia su cuello.

— ¿Esto? — preguntó ahora la niña mientras tomaba con sus dedos el dije

Lucia asintió

— Ah, es una medallita que tengo desde que era bebé, ¿ la quiere ver?

Lucia volvió a asentir

Celeste se acercó hacia Lucia para que pudiera ver el dije de cerca, pero cuando Lucia estaba tomando la medallita con sus dedos para verla, Gabriel entro al jardín.

— ¡Celeste! — saludó Gabriel contento

Ambas voltearon a verlo y Lucia soltó el dije de su mano sin siquiera verlo.

Ambas voltearon a verlo y Lucia soltó el dije de su mano sin siquiera verlo

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Regresa a mis brazos... ❤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora