CAP 24

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Kasia.

Hoy me había levantado con unas incontrolables ganas de hacer absolutamente nada, los acontecimientos de ayer me dejaron un poco exhausta mentalmente y lo único que deseaba realmente era seguir con mi cómodo camisón de seda, meterme en la cama, cubrirme completamente con las mantas y no salir hasta nuevo aviso.

Pero eso es algo que no puedo permitirme pues tengo la agenda llena, cosas que hacer hoy, mañana y todos los días de mi estúpida vida, sip estoy de mal humor y creo que se nota.

No se trata de haber matado a Antonio, se trata de haberlo hecho delante de Iker.

De una u otra manera siento que las cosas cambiaron un poco luego de que haya visto esa faceta de mí, no sé si cambió para bien o para mal pero cambió, lo noto diferente solo que aún no sé cómo interpretar ese cambio de actitud para conmigo.

Sea lo que sea eso solo consiguió dejar mi humor peor de lo que en la mayoría está, pero soy Kasia Müller y no hay nada en este mundo que pueda impedirme seguir adelante.

Por lo que decidida a no dejarme vencer por el 99% de mi cuerpo que me decía que me quedara en la cama, me puse de pie y me acerqué al baño.

Luego de asearme me dirigí al enorme closet de lujo de la chica Disney y comencé a buscar con gran interés algo que ponerme, si quiero animarme debo empezar por colocarme algo que me haga sentir bien.

Lo cual dadas las circunstancias no sería muy fácil pues al ver el guardarropa de Alana todas las mañanas no hacía nada más que deprimirme.

Noté unas bolsas con el logo de marcas caras y lujosas de ropa en uno de los compartimientos superiores del armario, lo más probable es que se tratara de ropa nueva que no haya usado aún.

Odio a veces saber que personas como Alana derrochan su dinero en ropa que ni siquiera usan mientras que hay personas en el mundo que no tienen dinero ni para comprar un solitario panecillo, sé lo que es pasar hambre y créanme cuando les digo que no es nada bonito estar en esa situación.

Me pongo de puntitas para poder alcanzar las bolsas, con la punta de mis dedos apenas las rozo, muerdo  mi labio inferior e intento una vez más alcanzarlas.

Puedo sentir mis dedos tocarlas, no me debe faltar mucho y de repente logro alcanzar una, al arrastrarla hacia mi cae una caja color dorado, al impactar con el suelo se abre en dos partes mostrando su contenido.

Me quedó congelada con la bolsa en la mano y la mirada en la caja.

Definitivamente estoy comenzando a creer en la existencia de una fuerza mayor en el universo que me odia y se ha propuesto amargarme el puto día.

Dejé la bolsa a un lado sin siquiera mirarla y me agaché para acercarme a la caja, tomé su contenido entre mis manos y me senté en el suelo observándola una a una.

Eran fotografías de Ana embarazada y de la infancia de Alana, en ellas se veía una fingida vida feliz, porque sí, me niego a pensar que en realidad eran felices, me niego a aceptar que fui apartada como un perro y privada de una vida normal como la de Alana.

Había fotografías de Ana junto a una pequeña Alana que sostenía un diploma y vestía con un uniforme escolar color crema, otra de su graduación, fiestas de cumpleaños, toda una vida feliz en fotos.

La rabia me carcomía pero no iba a llorar, me lo había prohibido hace mucho tiempo, no valía la pena llorar por una señora que me vendió a penas con unos meses de nacida y por una chica que no siento como mi hermana.

Pero duele, duele saber que siempre he sido el estorbo, la que sobra, la no deseada, la no amada.

¿Qué hace una pequeña niña de meses para que su madre no la quiera? ¿Qué hice mal? ¿Acaso lloraba mucho, siempre tenía hambre, era fea?

Eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora