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La primera vez que subí a un tren, recuerdo que me aferré al asiento. Generó un gran miedo saber que no lo controlaba. Me dio un ataque de ansiedad que Lars me ayudó a manejarlo y eso quedó como una horrible experiencia.
Es un medio de transporte usual y mucho más rápido que montar a caballo. Aparte pueden ir muchas personas en un solo tren.
No como en este momento que hay pocos individuos acompañándome.
La tensión era tanta que ni siquiera mis niños hablaban. Lo cual es anormal. Son muy habladores. Suelen tener conversaciones largas entre ellos sin importarles mucho la profundidad del tema. Con todos los ojos atentos a nuestros movimientos sería imposible mantener la calma.
—Comandante Zoe, por favor, ordene a sus soldados dejar de observarnos. Mis hijos se sienten incómodos—dije sin ver a la miope—. No es negociable.
—Por favor, dense la vuelta—pidió Hange, los soldados obedecieron—. ¿Hablarás conmigo?
—¿Cuánto tiempo demorará esto en llegar a Trost?
—Shadia, no respondes a mi pregunta.
—¿Debería hacerlo?
Una línea recta se formó en sus labios. Era peculiar ver a Hange tan seria. La última vez que la vi estaba devastada. Lo único que ha cambiado ha sido su número de años. Sigue igual de desastrosa. No la culpo. El trabajo de comandante es extenuante. Lo vi en Erwin.
Quiero ser empática. Realmente lo quiero. Quiero volver a ver a mi amiga como antes lo hacía, pero ya no lo hago. Estoy dolida por su traición. No espero perdonarla pronto. Pensé que lo había hecho hasta que la vi con el mismo semblante que usaba para decirme que no sabía nada de mí.
—Mamá, ¿ella sabe?—susurró Sunna mirando de reojo a la castaña.
—No, pero lo debe suponer—respondí sabiendo lo que harían, Kore se bajó del asiento y dio pasos temblorosos por el constante movimiento hacia Hange.
—Kore Ackerman—se presentó la pequeña con una sonrisa.
Ver a mi niña es un privilegio.
Su sonrisa con dientes de leche decoraba su rostro solo cuando se presentaba. Lo que más podía resaltar de ella eran sus ojos. Como se esperaba de una mezcla de Ackerman y Veenstra, los síndromes se acentuaron más en mis pequeños.
Kore posee el síndrome de Alejandría. No es una enfermedad que la mantenga atada a una cama de hospital pero le da ciertas características que no todo ser humano posee.
Los orbes morados de la pequeña Veenstra evaluaron a la comandante de la Legión. Se mantuvo a la espera de que tomara su mano sin éxito. La escondió y soltó un bufido. Podía casi leer sus pensamientos: "¡Qué modales!".
—Hange Zoe—dijo la comandante antes de que la niña se alejara. Kore arrugó sus cejas y vi su cara de preocupación.
Tienen cuatro años. Cuatros putos años y tienen un pensamiento muy crítico.