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Limpié las manos de mis hijos. La pintura es algo perfecto para ellos. Se podían divertir con mucha facilidad en la pared que les designe. Los supervisaba mientras Anna y yo pintábamos las paredes de forma correcta.
Se cansaron rápido. Lo cual permitió que los niños dejaran la pintura de lado y durmieran en mi cama, mientras intentaba terminar la pared que ellos habían decorado.
—No es necesario que acabemos hoy—dijo Anna secando el sudor de su frente.
—Quiero que mis hijos duerman en sus cuartos. Si acabamos hoy para la noche, Levi podría mover los muebles a su lugar—dije dejando el rodillo en su lugar. Reposé mi mano sobre mi vientre. El bebé estaba tranquilo por ahora. Hace un rato cuando estaba cantando decidió que sería un buen momento para bailar dentro de mí.
—¡Capitana Shadia!—dijo Jean entrando al cuarto, seguido por Connie. Los chicos se ofrecieron a ayudar. Eso lo hace más fácil— Terminamos la habitación. Podemos ayudar con esta.
—¿Connie, me vas a explicar por qué tu cabeza está pintada?—pregunté alzando las cejas y con un tono burlón. Él negó con una fina línea en sus labios.
—Fue divertido—dijo mientras Jean se reía. Mikasa, Armin y Sasha entraron con las cosas que faltaban y comenzaron a pintar.
—Mikasa—La llamé, ella se acercó—, ¿cómo va mi escuadrón en los entrenamientos?
—Bien. En eso nunca han fallado—dijo moviendo los mechones de cabello que interrumpían en su rostro—. Si me permite decirle, creo que debería hablar con Lars y Sebak, no están trabajando bien juntos.
Suspiré y cerré los ojos. Asentí, sabiendo que había pospuesto tanto este problema que tengo que atender o nadie lo hará. Le sonreí a Mikasa, sus ojos inertes me preocupaban. Parecía una muñeca de porcelana.
—¿Tú estás bien?—Ella alzó los hombros.
—Estar bien aquí está sobrevalorado.
Se alejó sin darme oportunidad de hacerle más preguntas. Ana se acercó a mí y se quitó el pañuelo que cubría su cabello.
—¿Ocurre algo?—preguntó viéndome.
—Nada. Solo problemas de la Legión. Chicos, iré al primer piso. Cualquier cosa me avisan.
Bajé seguida por Ana y la interminable charla sobre el nuevo tratamiento que llevaba. Ella estaba muy interesada por aprender para aplicarlo con sus pacientes. Decía que si una paciente con Borderline tan avanzado como yo podía mejorar tanto, sus pacientes con enfermedades más simples estarían mucho mejor que con las pastillas.
—Anotaré todo eso, ¿me puedes prestar papel y lápiz?—preguntó Ana, chocó conmigo cuando me quedé parada al pie de la escalera viendo a la persona sentada en mi sala.
—¿Qué haces aquí?—pregunté alzando un poco mi rostro demostrando mi incomodidad.
