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La actitud de Levi lo delató. Sahidy tenía razón.
No quería tener la conversación ahí, pero teniendo en cuenta que nadie nos prestaba atención, es un buen lugar. No voy a armar una escena, menos una de celos ni por Sahidy.
—Lo olvidé—admitió asintiendo—. La vi el día que enfrenté a Belia, estaba saliendo de la editorial del periódico o pasando por ahí. No lo sé.
—Hoy fue a EIRA. No sé cómo logró escapar de la prisión y mantener su título de doctora. Además, se volvió directora de un hospital en Stohess. —Chasquee la lengua—. No puedo convocar una reunión de urgencia, pero lo haré apenas pueda. Como encargada de la salud de todo Paradis no puedo permitir que alguien como Sahidy esté dirigiendo un hospital.
—¿Cuándo será la reunión?
—A comienzos de enero. No puede ser antes.
—Hablaré con Specter para que se encargue de investigar. —Asentí—. ¿Los niños la vieron?
—Sí, también vieron cómo le apuntaba con un arma. Lo hice en defensa propia. —Levi lo aprobó con la mirada—. No tuve que usarla. Se fue por su voluntad.
—No dejaré que se acerque a ustedes. —Le dediqué una sonrisa grande.
Cuando terminaron la limpieza del salón, el grupo de soldados cambió. Otros se encargarían de decorar. Moría de hambre, igual que los chicos. Así que los invité a comer en el restaurante de Niccolo. A quien no le gustó la idea era a Levi. Me valió porque quería ver a mis chicos felices.
Tuvimos que juntar mesas para alcanzar todos. Como quien invitaba era yo, no dudaron en pedir lo que quisieran. La que se veía más emocionada era Sasha, ella amaba la comida de Niccolo, en especial la marítima.
—¿Te gustó, Sasha?—preguntó Niccolo inclinándose hacia la castaña, quien asintió.
—Límpiate la boca, niña, luces asquerosa—dijo Levi arrojándole una servilleta. Los demás se burlaron, incluidos mis niños.
—Lo siento, teniente Levi—dijo Sasha limpiándose, volvió a comer ensuciando todo—. ¡Todo está delicioso, Niccolo!
—Que bueno que te guste—dijo Niccolo con el color rojo tiñendo su rostro. Sucia y todo, Sasha besó su mejilla cuando los demás se distrajeron. A Niccolo no le importó que su cara se ensucie.
Aquí se respira el amor.
Mis niños jugaban con Connie algo con las manos en vez de comer, por lo que les llame la atención a los tres. Debían acabar la comida, después jugarían. Levi tenía a Eryx sentando en una de sus piernas, el nene no quería dormir pese a que lo intentamos durante todo el camino al restaurante.
—¿Terminaste?—preguntó Levi mirando mi plato vacío.
—Aja, dame a Eryx—dije estirando las manos a mi bebé. Se abalanzó hacia mí para que lo cargue—. Dejemos que papá termine de comer, ¿si, ternurita?
