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Las personas salían del cuarto con rapidez. Apenas era el comienzo del día, seguro tenían más reuniones. Me di cuenta de que Armin estaba paralizado en su silla, ensimismado en sus pensamientos.
—¿Sabes cuáles son los planes para ti, no?—pregunté, él alzó la mirada para percatarse de la sala casi vacía a excepción de nosotros.
—Sí, serían unos tontos si no me usan para eso—respondió, en su voz podía notar la nostalgia y decepción—. ¿Alguna vez ha matado a alguien?
El titán colosal era el arma más fuerte que teníamos, capaz de destruir todo solo con cambiar de forma. Cuando lo usemos, gente morirá, personas que él no conoce, pero que siempre recordará.
—Sí. Fueron personas que me hicieron daño. —No era capaz de mirarlo mientras lo decía—. Sufrí mucho en el pasado, pero solo algunos me destruyeron y querían seguir haciéndolo. No tuve elección.
—Siempre hay una. —Negué con la cabeza.
—A veces no. A veces eres tú o tu enemigo. La persona que amas o tu enemigo. —Armin parecía comprenderlo—. Es lo que estamos haciendo ahora. Esta guerra no terminará con un tratado de paz. Habrá mucha muerte antes de que lleguemos a un acuerdo. En el camino, te darás cuenta de que hay personas con las cuales no puedes hablar y cuando pienses en el momento en que le quitaste su vida, recordarás porqué lo hiciste. Solo así podrás seguir adelante.
—No sé si pueda.
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El tren avanzaba con rapidez. Ese recuerdo pasaba una y otra vez en mi mente. Debía seguir mi propio consejo y recordar por quién lo hice. No tenía opción. Si no lo mataba, en algún momento, él me mataría o a mis hijos. No me importa morir, pero a mis hijos nadie los toca.
Me distraje al escuchar a Dánae alzar la voz demostrando su emoción, le estaba explicando a Mikasa sus trucos al usar las pistolas. Es muy buena en eso, si no estuviera aquí en la Legión, seguiría siendo asesina. La veo más feliz en esto.
Por la ventana, podía ver el paisaje y el cielo despejado. La luna estaba brillando. Por primera vez en mi vida, la odie. Jamás creí que le diera un uso tan horrible.
—Es un asco—dijo Jean, estaba sentado frente a mí con las manos descansado en sus piernas—. Todo lo que sucede es un asco. Espero ellos puedan armar un plan.
Se refería a Lars, Hange y Levi. Se rompían la cabeza mientras intentaban planear algo. Decidí dejárselo porque mi cabeza no podía más. Tomé una de mis pastillas para calmarme. Necesitaba estabilidad.
—Sí, así es—dije moviendo mi cabeza en su dirección—. Hubiera preferido que no vengas.
—Necesita un ejército. Ellos no son solo fieles admiradores, según lo que nos contó. —Frunció sus labios por un momento hasta que los relajó—. Debemos estar preparados. —Me mostró su mano sin su guante.
