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Con el tiempo, comencé a ver el amor como una elección y menos como una emoción. Si lo vemos desde el punto de vista que el amor no es un sentimiento consistente que viene y va como cualquier otra emoción, verás que tengo razón. Es como la alegría y tristeza que son tan temporales como el amor.
¡Exacto!
Una elección constante, me vas entendiendo. No es un estado ni emoción, sino una decisión. Tomar la misma decisión todos los días es difícil, porque no es como decidir qué te pondrás o qué comerás. Es totalmente diferente, eso es lo que hace que el amor sea tan difícil. Dado que si es una emoción será fácil, pero si es una elección se vuelve complicada, por ello el amor es una elección.
Es así como eliges amar a alguien tanto como ellos eligen amarte a ti.
Elegí amar a Levi todos los días desde que me enamoré de él. La elección se volvió un juramento cuando nos casamos. Por eso, pese a las discusiones, no puedo dejar de amarlo. Ni muerta podría hacerlo.
—Es por aquí—dijo Hange guiándonos entre los árboles—. Lo siento por dispararles antes. Nos estuvieron persiguiendo y cuando vi la chaqueta de Shadia, me asusté.
—Nile me la dio poco antes de morir. —Hange volteó a verme sorprendida, regresó al ver el camino. Entendiendo lo que pasaba—. Hay mucho que no te contamos.
—Nos pondremos al día. —Hange se detuvo—. Llegamos.
Contuve la respiración antes de ver a mi esposo.
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Abrí la puerta de mi cuarto tratando de hacer el menor ruido posible. Es muy tarde y mis hijos están durmiendo. Para mi sorpresa, también Levi. Me quité los zapatos para sentirme más cómoda. A mi esposo le encanta dormir como un tronco, boca arriba, solo cuando no estoy yo. En cuanto me echo a su lado, estira sus brazos y me atrae a su cuerpo. Esa es una acción recurrente en él. Me detuve un rato para admirarlo. No quiero despertarlo.
Me senté a su lado y acomodé su cabello. Estaba tan tranquilo. Una sonrisa ladina apareció en mi rostro. Pensé que me esperaría despierto como siempre. Debí suponer que no si llego a las cuatro de la madrugada.
—¿Por qué demoraste tanto, Capulí?—susurró sin abrir los ojos.
—Tenía que atender a algunos pacientes en el hospital. —Frunció el ceño, se estaba molestando—. Tranquilo, cuando empiece con EIRA, se acabarán los turnos en la madrugada.
—Igual no pasarás tiempo conmigo. —Me atrajo a su cuerpo. La frialdad de sus dedos chocaron con la piel de mi cuello mientras su otra mano completaba el abrazo sosteniéndome de la cintura—. Estoy harto de nuestros trabajos. Hay que jubilarnos.
