〣Iɴғᴇʀɴᴜᴍ 12 ◦ Puerto de Beira〣

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En el puerto de Beira, encontrará su mitad, esperando en lo alto con el sol quemando el asfalto

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En el puerto de Beira, encontrará su mitad, esperando en lo alto con el sol quemando el asfalto. En la mitad del año, deberás ir o tu única opción será huir, de aquella voz que te culpará como portavoz de todos los demonios de tu pasado.

Esa frase resonaba en mi cabeza siempre el dos de julio. El primer año lo ignoré, no pensé que sería necesario ir, pero el segundo año algo me dijo que fuera. Movía suavemente al bebé que tenía en brazos. Sus dedos pequeños envolvían el mío con fuerza, con eso se aseguraba que estaba aquí.

Recuerdo que mamá me contó que de niña no le soltaba la mano cuando me quedaba dormida. Si ella intentaba separarse, me despertaba llorando. Por eso, evitaba que me quede dormida cerca de ella a menos que esté dispuesta a quedarse ahí toda la noche.

De los dos niños que cree de la forma más horrible y hermosa que puede existir, el que heredó el mechón de mi padre y el cabello del amor de mi vida, tiene la misma costumbre. Sus párpados se movían suavemente, me pregunto que estará soñando.

—Llegaremos dentro de poco—dijo Lars sentándose frente a mí, pasó una mano por su casa—. ¿Recuerdame para qué estamos viniendo a este lugar?

—A pasear y alejarnos de mi querida familia. —Una curva se dibujó en mi rostro—. Kore, no hagas eso, ven para acá.

La niña tenía los pequeños rizos, apenas formándose, amarrados en dos coletas. Se veía extremadamente adorable. Ella no puede estar quieta, desde que aprendió a caminar, prefiere estar todo el tiempo que pueda despierta para hacer travesuras.

Al menos no hablaban.

Aún.

La forma en la que crece cada niño es distinta. Algunos primero aprenden a hablar, otros a caminar. Incluso en mi familia hay una creencia, cuanto más se demoren en hablar, más inteligentes serán. El promedio es de dos años. Lorelay aprendió a los dos años y tres meses, papá igual. Deseaba que ellos aprendieran a hablar lo más rápido posible, así tendrían menos peso sobre sus hombros.

No había notado que Sunna estaba sentado sobre mis piernas y balbuceando. Ellos dos desarrollaron un lenguaje extraño para conversar. Pretendía entenderlos pero no sabían ni decir mamá.

—¿Puedo escaparme a...?

—No. Necesito ayuda—lo interrumpí, me senté a su lado viendo como se divertían los niños—. Ni pienses en dejarme sola.

Tomó mi mano temblorosa. Sentía un profundo miedo que un día simplemente desaparezca y me olvide. Hemos pasado por tanto, me ha apoyado en momentos muy difíciles. Cuando uno viaja, es complicado sentirse seguro, con Lars, eso es imposible.

Sé que jamás pensó pasar de un gigoló a un niñero y, aunque él lo sabe, estoy muy agradecida por eso.

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Dɪsʀᴜᴘᴛɪᴠᴇ Cʜᴀɪɴs ✥ Lᴇᴠɪ AᴄᴋᴇʀᴍᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora