El destino pone a prueba el amor, a veces los sentimientos no son tan fuertes como para superar todo.
Historia de Ian Harding y Lucy Hale, solo ficción!
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Una semana después.
Lucy: ¿Y por qué se supone que debo vendarme los ojos?
Dice ella sentada sobre la cama, terminando de poner sus zapatos y, mirando fijamente y con el ceño fruncido hacia la venda que Ian dejó junto a ella.
Ian: Ya te he dicho tres veces que te tengo una sorpresa.
Él prácticamente podría estar gruñendo mientras sale del baño en dirección a su esposa.
Lucy: Pero no quieres decirme nada.
Ian: Si te lo dijera, no sería sorpresa.
Dijo él y luego resopló abriendo sus brazos, haciendo notar que era evidente.
Lucy: Pero es que me puedo caer.
Ian: Basta de "peros", sabes que te guiaré y no dejaré que caigas... ¿Qué te pasa realmente?
Lucy hace una mueca y se levanta para ponerse frente a él.
Lucy: Es que tengo mucho sueño, estoy cansada y quisiera quedarme aquí.
Ian: Lo siento, pero no puedo dejar que te quedes aquí, la sorpresa está lista y no se puede mover para otro día.
Lucy hace un puchero.
Lucy: ¿Estás seguro que no puede moverse a otro día?
Ian niega con la cabeza y se hinca sobre sus rodillas para levantar un poco la camiseta de su esposa.
Ian: Por favor, bebé en el vientre, deja que mami pueda permanecer despierta un par de horas para que disfrute de la sorpresa que le preparó tu papi con mucho cariño y dedicación.
Dice él antes de besar su vientre, bajar la camiseta y ponerse de pie. Lucy le sonríe mientras lo mira con ternura.
Lucy: Eso es manipulación.
Ian niega con la cabeza sonriendo.
Ian: No lo es, yo simplemente le estaba pidiendo un favor a bebé en tu vientre, fue una conversación de padre e hija o hijo.
Lucy soltó una carcajada y tomó la venda que seguía sobre la cama, luego se la ofreció a Ian.
Lucy: Bueno, ya que no podré librarme de este suplicio, ponme esa venda de una vez.
Ian sonríe y toma la venda para luego rodearla y comenzar a acomodar la venda.
Ian: No será un suplicio, eso te lo aseguro.
Luego de terminar le dio un beso en la mejilla para posteriormente poner sus manos sobre los hombros de su esposa y comenzar a guiarla hacia el comedor.
