LXVIII. Un poco de calma

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El tiempo de viaje de Louis concluyó, hizo lo que se le indicó.

En el lugar sí había un hombre bastante parecido a Xavier, solo que más viejo.

Lo llevó hasta esa casa, donde ya estaba todo preparado. El hermano de Xavier le dio más instrucciones.

Comió lo que había y esperó a la mañana, creía que el taxi llegaría inmediatamente por él.

El cambio de horario lo afectó terrible, estaba un tanto desubicado, estaba oscuro y apenas iba para media noche, él podía jurar que ya estaba por amanecer, pero no.

Se fue a la habitación, era pequeña y confortable. Se acostó y se quedó dormido casi de inmediato.

Los rayos del sol, provenientes de la ventana, se posaron en el rostro descubierto del omega causando molestia.

Abrió los ojos con pesadez, por la luz del nuevo día entrando a los finos ojos azules. Se estiró, bostezó y salió de la cama. Entró al baño. No paraba de estirarse, su cuerpo estaba verdaderamente cansado.

Al salir del baño decidió explorar el lugar, era una casa mediana de una sola planta. Había una segunda recamara, sala comedor, cocina, cuarto de lavado y solo el baño de la habitación principal.

En un mueble de la sala había un estéreo y discos de música clásica. Entre todos había uno que era una playlist personalizada, sobre la cara del CD estaban los nombres de las piezas musicales que éste contenía. Lo sacó de su caja y lo puso en el estéreo. Sonó Claro de Luna.

El omega se sentó en el sillón más cerca. Cerró sus ojos y recordó la vez en la que, verdaderamente, se dio cuenta que estaba enamorado de Harry.

El alfa había tomado clases de piano desde los siete hasta sus doce primaveras. Cinco años de lecciones bien aprovechadas.

Era un otoño, Harry estaba nostálgico, recién acababa de perder a su abuela.

Todos ya se habían ido, el señor Andrew, el viudo abuelo de Harry, ya estaba en una habitación, habían tenido que sedarlo para que se controlara. La señora Celine había dejado un vacío en toda la familia con su partida.

Anne estaba muy mal, la señora no era su madre biológica, pero el lazo que compartieron durante toda su vida junto a Andrew, sus padres adoptivos, era más fuerte.

Des estaba consolando a su esposa.

Harry estaba sentado frente al piano, con claro de luna en su reproductor, tocando unas ocasionales notas.

Me acerqué, decidí sentarme junto a él en el banco frente al piano. Detuvo sus manos y las colocó en su regazo. Me miró a los ojos y un ligero escalofrío me erizo el cabello de la nuca.

Nunca lo había visto así, él siempre estaba simpático o bastante serio, sus únicas emociones de desahogo eran la furia y el desagrado, hace poco que había aprendido a llevar esas emociones, a soltarse, atreverse a llorar, pero no había dejado que nadie lo viese así.

Sus músculos estaban agotados, su alma muy deprimida, sus ojos llorosos con mirada cansada, todo su ser pedía un descanso.

Me atreví a verle a los ojos, ese par de piedras preciosas me mostraban su dolor, enrojecidos y con las pestañas empapadas, las lágrimas surcando por su rostro. Me miró. Mantuvimos contacto visual y, después, recostó su cabeza en mi pecho. Yo no me atreví a decir nada, no había nada que le pudiera decir, lo único que podía hacer era estar ahí y demostrarle que estaría siempre para él.

Pasé mi brazo izquierdo por detrás de su cuerpo y lo coloqué en su hombro. Levemente, con las yemas de mis dedos, acariciaba su brazo, hacia arriba y hacia abajo; mientras que, con mi mano derecha, posando ligeramente sobre su cabeza, escondía mis dedos entre sus rizos y le hacía suaves masajes en su cabello. Él permaneció inerte.

-¿Quieres comer algo? -le ofrecí después de un rato de estar así.

Él negó aún estando en mi pecho, lo recobfortaba estar ahí conmigo. Yo estaba más que contento. Hace poco que había sentido una atracción hacia él, sólo que no estaba seguro de sí sólo era eso o implicaba algo más, pero ver a aquella pobre alma buscar refugio en la mía me hizo ver que el amor que yo le tenía era de más que sólo amigos.

-Si no quieres comer tan solo vamos a que duermas -moví un poco mi hombro y Harry se enderezó. Me atreví, entonces, a dejarle un corto beso en su frente antes de ponerme de pie.

Caminamos, nuestros cuerpos juntos, él recargaba su peso en mí, yo lo sostenía con mi mano izquierda en su brazo y mi mano derecha en su hombro, paso a paso, subiendo lento, llegamos hasta su habitación.

El estómago del omega gruñó demandando alimentos por lo que el chico fue a la cocina. Revisó la despensa pero no había nada, abrió entonces la nevera y encontró lasaña, era bastante pero aún así la calentó toda.

Mientras tenía la comida en el horno y esperaba paciente en la barra de la comida mientras degustaba té y galletas tocaron la puerta. Louis fue a abrir, creyó que era el taxi.

Al abrir se encontró con Timothy, se saludaron muy efusivos.

-Te tengo una sorpresa -le dijo Tim a Louis. No sabía realmente qué esperar.

Del auto que había llegado bajaron Harry con Freddie en sus brazos. El omega no lo podía creer. Fue inmediatamente a su encuentro y los abrazó.

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