Arco 04 (II)

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Su Yun se sintió terriblemente incómodo. Abrió los ojos lentamente hasta que pudo luchar contra la sensación de letargo que lo asaltaba.

Era una habitación sencilla, cuyo único detalle memorable era unas cuantas ventanas y puertas de papel.

El mobiliario sin adornos era anticuado. No supo identificar la época de la que provenían, pero debían pertenecer un estilo de artesanías de hace más de mil años.

Cómo en otras ocasiones, se sentía como un pez fuera del agua.

—¿LinLin?—Llamó a esa cosita ya que no podía sentir ligado a su mente. Las vestimentas antiguas le daban una mala sensación, como si de un momento a otro fuera a caer enredado entre tanta tela.

Sacudió la delgada capa de polvo que había cubierto su cuerpo y se asomó por una de las ventanas. Afuera había un pequeño patio y un estanque, una puerta baja lo dividía del bosque de la montaña. Parecía estar muy arriba, muy arriba, en alguna cima especialmente alta.

Había recibido las memorias de su predecesor justo al entrar. El hilo de sus vivencias corría muy lento, aquella persona vivió mucho más de lo que se suponía que un humano común, o incluso un ciudadano del futuro podría vivir. No podía asimilarlo fácilmente.

Su nombre era Xiao Deshi. Un hombre estricto a su manera. Era lo único en que estaba seguro.

Salió al patio pensando en el paradero de LinLin. Sin su voz era un poco solitario.

Una marea de animales se acercó a él. Desde pajaritos y gallinas hasta serpientes de varios metros y un toro gigante, todos intentaron vender algo de ternura, pero Su Yun estaba demasiado preocupado como para prestarles atención.

Lo sorprendente es que no le causó extrañeza.

La identidad de su cuerpo actual era un poco problemática. Apartó amablemente a sus queridos amigos hasta que encontró un bulto rosa tirado en la hierba de manera trágica. Hebras de plantas sobresalían de su boca, había dormido en medio de una comida.

Sabía que no aparecería muy lejos.

El conejito rosa tenía el tamaño de una palma y brillantes ojos rubíes. Se venía muy lindo, pero la semejanza con la bola rosa era innegable.

—Oye, no duermas aquí. Ellos pueden aplastarte por error.—dijo con una media sonrisa.

El conejito LinLin levantó las orejas y se acercó a él. Olió su mano y lágrimas del tamaño de un fríjol comenzaron a caer de sus ojos.

—¿Su Yun? ¿Realmente es Su Yun?

Era unas de las pocas veces en que lo había llamado por su nombre. La voz no provenía de su cabeza ni era algo que podría ser producido por un animalito de ese tamaño.

Conejo espiritual, pensó de acuerdo a los recuerdos de Xiao Deshi.

—Ya está bien, estoy aquí. ¿Qué pasó, alguien te hirió, te duele?

Lo acunó en brazos y le dio palmaditas hasta que se calmó.

—Nos castigaron. LinLin no puede hacer su trabajo. Ya no puede.

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⏰ Última actualización: Jan 08 ⏰

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