Arco 01: Extra 2 (II)

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Arco 01: Extra 2 (II)

[Problemas]

—El contrato nos obliga a supervisarlos—anunció el capitán Nolan mientras alzaba su muñeca izquierda. Una pantalla holográfica traslucida fue proyectada desde allí, el documento era claro y conciso. Firmado por el propio Mariscal, el acuerdo era algo más que un simple arreglo de trasporte.

—¿Son mercenarios?—Lucy los inquirió. Aprovechando su estatura, miró desde lo alto al otro. Su hermano se posicionó justo detrás. Su imagen se parecía un poco más a los rumores que circulaban de ellos, los dos sabuesos negros.

Zed se mantuvo en silencio mientras masajeaba sus sienes. Estaban en un punto muerto desde hace una hora. Cuando aterrizaron, esas personas insistieron en acompañarlos.

En términos técnicos, eran civiles. Que estuvieran armados hasta los dientes para su sorpresa no eliminaba este hecho. Si alguno de ellos moría o resultaba herido de gravedad, su propio cuello estaría en peligro. Cargaba con toda la responsabilidad.

—Mercenario es una palabra con muchos precedentes negativos, somos simples contratistas honrados.—Alterada, la mujer de la tripulación enfrentó a la menos de los gemelos. La diferencia extrema de estatura y masa muscular no la amendentró en lo más mínimo. No era la primera vez que discutían, durante todo el viaje tuvieron roces ocasionales. La raíz del problema era que no se puede hacer cohabitar a dos personas con personalidades contrarias en el mismo lugar por mucho tiempo; y tres semanas en el espacio son mucho tiempo.

Su hermano mayor no quedó inactivo, bloqueó con su cuerpo al otro hombre antes de que pudiera acercarse a su ocacional pareja. Esos dos tampoco tenían una buena relación por razones que Zed desconocía, Stan siempre fue un chico inusualmente tranquilo.

—No es momento para discutir por tonterías, si el Mariscal lo quiere, así se hará—Alzó su voz más de lo habitual. Aunque todos parecían haberlo olvidado, él era el líder de la negociación y el sujeto a proteger por el contrato. Su palabra debe ser tomada como última, pese a lo que puedan pensar los otros.

El hombre apedillado García, capitán de la pequeña nave, le dirigió una sonrisa de alivio. La discusión fue parada con éxito, los dientes de algunos todavía seguían sonando, pero optaron por callar y obedecer.

Aterrizar en un lugar tan poco poblado era un dolor de cabeza. Algo como una lanzadora de red red electromagnética que los recibiera con suavidad no era más que una ilusión, una de las que podía ser causada por las altas temperaturas del planeta. Por suerte para sus tripulantes y los desafortunados enviado a de la capital, La Errante tenía un sistema de descenso modificado lo suficientemente preciso como para llevarlos con suavidad hasta la superficie.

El único inconveniente era que, por razones de seguridad, tuvo que ser realizado lejos de cualquier indicio de civilización. En Zemur, eso no fue muy difícil. Después de arreglar con parcialidad todas sus cuentas pendientes, los pasajeros estuvieron listos para abandonar su medio de trasporte en el lugar, por lo menos hasta que las autoridades zemurianas estuvieran dispuestas a de manera muy amable, llevar a un mejor lugar a La Errante.

Al dar el primer paso, la arena engulló su pierna hasta que su alta bota militar quedó cubierta por completo. Como si fuera algún tipo de retorcida bienvenida, una ola de intenso calor le acarició con rudeza el cuerpo. Ese era Zemur, un infernal lugar en el medio de la nada, que no importa cuan insignificante sea, toda su vida termina girando en respeto a el.

—Es enorme—alguien gritó detrás de él, no era difícil adivinar quien era.

—Sólo es un poco de arena, no tienes que saltar por todo el lugar.—sugirió, su voz tenía un permanente tono bajo y apagado.

Proyecto de rehabilitación de villanos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora