Arco 03 (VII)

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Arco 03: Hasta el fin del mundo (VII)

[Esperando la catástrofe]

—No estabas allí.

Esa voz tenía un tono particular que podía reconocer pese a solo escucharla un par de veces. Las palabras cayeron sin cuidado, dejando a Su Yun frío y cálido a la vez.

Lo miraba como si sus ojos negros pudieran contener todas las emociones del mundo y a su vez el vacío. A excepción de sus ropas y el largo de su cabello, no había cambiado mucho. Estaba callado, de manera que parecía no haber dicho nada en un primer lugar. Ese espejo de indiferencia hizo que el corazón de Su Yun se apretase.

256. El número le vino a la mente como un amargo recordatorio.

—Lo siento.

De todas las infinitas combinaciones de palabras, solo esas dos coincidían con su estado de humor. Se sentía culpable. No sabe cómo, pero siente que lo han esperado mucho más tiempo del que puede imaginarse.

—Baja, ven aquí. —lo llama sin éxito—En verdad lo siento.
Su figura seguía en lo alto. Sin moverse, como una bonita estatua.

—Estuve en peligro, no tuve otra alternativa que huir.—alzó la cabeza buscando el contacto de su mirada—Quería volver, pero temo que otras personas piensen en atacarte.

No tenía a menor idea de cuál era la razón por la cual se justificaba. Como un esposo que trata de poner una excusa ante su llegada tarde a casa, cada palabra parece hundirlo más, por lo menos a su parecer. Al final sintió que podía llorar.

Sin otra alternativa y viendo como un caso perdido alcanzarlo en ese lugar inaccesible, decide continuar. Algunas cosas parecen no cambiar, se mordió los labios y dio el primer paso.

Pero antes de que otra cosa sucediera, una figura se posicionó delante de él.

El polvo se alborotó. Habían más de tres metros desde el techo hasta el suelo.

—No huyas.

De alguna manera esa cercanía es nostálgica. Su Yun palapa el rostro helado y el surco profundo que arruina parte de su rostro bonito.

—¿Me acompañarías?—Lanza una pregunta casi sin pensar, por instinto, era natural.

El otro asiente, sin cambiar de expresión o dudar. Un acto de fe ciega, como el afecto de un perro, y esos momentos se parecía un poco a un can abandonado. Siempre fue difícil leer su rostro, pero le parecía haber percibido con sutileza la huella del amargor de una tracción, abandono o una promesa rota. Quizás las tres a la vez.

—No te abandonare.

Los días que pasaron juntos no desaparecieron en el aire. Habían sido extraños, incluso ahora Su Yun no tiene idea de quién es el hombre llamado Mu Yuanzhang, si es que ese era su nombre verdadero. Pero nada de eso importaba, era una relación de pura confianza. El villano había salvado a Sheng Ju siendo a penas consiente en una perspectiva humana y Su Yun había confiado en él.

Si pidieran que definieran que tipo de sentimientos tenían entre ellos, Su Yun no sería capaz de responder. Era lo que era, sin adjetivos superfluos.

El sol seguía su ruta, la luz dorada bañaba a los edificios de cristales opacos y sucios. Incapaces de mantener su antigua gloria solo por una simple razón, sus habitantes desaparecieron un par de meses.

Su Yun estaba junto al villano, sentado para recuperar un poco de energía. Su cuerpo seguía pesado, incluso aquel leve descaso de hace un tiempo no fue suficiente. Se había excedido con aquella persecución con los zombis mutados, pero no se arrepentía.

Proyecto de rehabilitación de villanos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora