MUDDY GREEN WATERS ✧ draco malfoy |Traducción [✓]

𝟑𝟖 - 𝐇𝐨𝐫𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐞𝐧𝐚 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐌𝐚𝐥𝐟𝐨𝐲 𝐌𝐚𝐧𝐨𝐫

-Entonces, ¿buen año en Hogwarts?

Pues sí. Me enamoré de un mortífago que estuvo conspirando todo el año para matar a nuestro director. En sus intentos, un par de estudiantes casi murieron. Le di mi virginidad mientras le ayudaba a colar un montón de asesinos en nuestra escuela. Luego vi cómo mi director era asesinado delante de mis ojos por otro profesor. Ah - y no voy a volver a terminar mi último año de educación para poder acampar todo el año con un chico, a quien, el mago más malvado del mundo quiere cazar y matar.

Miré las caras de expectación de mis padres y me encogí de hombros.

-Estuvo bien, supongo.

***

Todos levantaron la vista cuando Snape entró en el salón, seguido de cerca por Yaxley. Se quedaron un momento en el umbral mientras sus ojos se dirigían a la figura flotante sobre la mesa.

Draco no pudo evitar seguir su mirada y volvió a mirar el cuerpo inconsciente de la bruja. Sus manos empezaron a temblar y las ocultó rápidamente bajo la mesa.

-Yaxley. Snape. - Draco se estremeció ante la voz alta y clara que provenía de la figura pálida, sin pelo y con aspecto de serpiente que estaba sentada en la cabecera de la mesa. -Casi llegas tarde.

Voldemort les ordenó que se sentaran y Draco escuchó atentamente mientras pasaban a discutir el plan de la Orden para trasladar a Harry Potter. Draco se preguntó si Rosie estaría con él, y que si lo estaba, rezaba para que estuviera a salvo.

Un repentino lamento sonó desde las profundidades de la mansión. Era un grito terrible y prolongado de miseria y dolor que enfermó a Draco hasta la médula. Miró hacia abajo, sabiendo que procedía del sótano de abajo.

-Colagusano. - el tono de Voldemort era tranquilo, pensativo. -¿No te he hablado de mantener a nuestro prisionero en silencio?

-Si m-mi Lord. - Colagusano resopló mientras se levantaba de su asiento y salía corriendo de la habitación.

-Como decía. - continuó Voldemort, poniéndose de pie. -Necesitaré que alguno de vosotros me preste una varita antes de ir a matar a Potter.

Todos los que estaban alrededor de Draco se congelaron, cada rostro aterrorizado ante la idea de tener que sacrificar su varita.

El corazón de Draco palpitó cuando Voldemort se acercó a su padre y se detuvo.

-Lucius, no veo ninguna razón para que sigas teniendo una varita.

El padre de Draco levantó la vista, su piel parecía amarillenta y cerosa a la luz del fuego y sus ojos estaban hundidos y ensombrecidos.

-¿Mi señor? - habló con voz ronca.

-Tu varita, Lucius. Necesito tu varita.

Desgraciado, Draco sabía que su padre estaba siendo castigado por su culpa. Porque no había sido capaz de matar a Dumbledore por sí mismo. No podía ver cómo su propio padre renunciaba a su único medio de defensa. Era una marca de su propio fracaso.

-He notado que tú y tu familia parecen menos felices últimamente... ¿qué es lo que te disgusta de mi presencia en tu casa, Lucius?

-Nada- nada, mi señor. - su padre tartamudeó.

-Tal mentira, Lucius...

Draco miró rápidamente a Voldemort y se alejó de nuevo, no quería entrar en contacto con aquellos brillantes ojos rojos.

Voldemort levantó la varita de Lucius Malfoy, apuntó directamente a la figura que giraba lentamente suspendida sobre la mesa y le dio un pequeño movimiento. La figura cobró vida con un gemido y empezó a luchar contra unas ataduras invisibles.

El pulso de Draco se aceleró cuando miró a la aterrorizada mujer. Todo su cuerpo empezó a temblar de miedo.

-¿Reconoce a nuestro invitado, Severus?

Snape levantó los ojos y se encontró con la figura, ahora boca abajo. -¡Severus! Ayúdame! - su voz era quebrada y aterrorizada.

-¿Y tú Draco? - Draco se sacudió nerviosamente al oír su nombre, y negó temblorosamente con la cabeza, sabiendo que su voz no funcionaría.

-Pero, por supuesto, no habrías tomado sus clases. - sonrió Voldemort antes de volverse para dirigirse a toda la sala. -Para los que no lo sepan, nos acompaña aquí esta noche Charity Burbage, que hasta hace poco daba clases en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

Sí, Draco la reconoció ahora. Era la profesora de Estudios Muggles. Un recuerdo pasó por su mente: estaba en su segundo año, de camino a jugar su primer partido de quidditch. Una profesora con gafas y pelo rubio le había gritado, sonriendo, "¡Buena suerte!". Él le había respondido con una mueca. "Estúpida Sangre sucia", había murmurado para sí mismo.

Draco pensó que iba a vomitar.

-La señorita Burgage cree que los muggles no son tan diferentes a nosotros. Ella, si se le permite, nos haría aparearnos con ellos. - Voldemort hizo una pausa mientras los murmullos de indignación recorrían la mesa. Una imagen involuntaria de Rosie pasó ante los ojos de Draco; desnuda, retorciéndose encima de él.

-Severus... por favor... somos amigos. - Draco no podía confundir las lágrimas que brotaban de sus ojos mientras miraba implorante a Snape.

-Avada Kedavra.

El destello de luz verde la mató al instante, haciendo que Draco diera un salto, casi cayendo de su asiento cuando su cuerpo se estrelló contra la mesa frente a él.

-Nagini, cena.

***

R o s i e

Me miré en el espejo de cuerpo entero y sentí un nudo en la garganta.

El vestido verde esmeralda brillaba a la luz del sol. Me lo había puesto por última vez la noche en que me entregué a Draco.

-Estás preciosa, Rosie. - dijo Ginny, su rostro sonriente apareció detrás de mí en el espejo.

Intenté devolver la sonrisa, pero el nudo en la garganta me lo ponía difícil. No había previsto que volver a llevar este vestido pudiera hacerme sentir tan... triste. Cerré los ojos cuando el recuerdo de sus penetrantes ojos grises plateados se hizo tan vívido. Tú eres hermosa.

Esperaba y rezaba para que estuviera bien dondequiera que estuviera.

-Lo echas de menos. - no era una pregunta.

Abrí los ojos y miré los de Ginny a través del espejo. También había tristeza en sus ojos, y me di cuenta de que no era la única que sufría un corazón roto por culpa de esta maldita guerra.

-Todos los días. - susurré.

Ginny me rodeó con el brazo y apoyó su cabeza en mi hombro mientras ambos mirábamos con tristeza nuestros reflejos.

-Yo también, Rosie.

***