Le pedí a Jemi que se quedara en mi habitación mientras yo me encargaba de preparar el café. Todavía se sentía un poco mareada, o mejor dicho, ebria y quería que se acostara un rato.
—Puedes tomar algo de mi ropero para estar más cómoda —sugerí. Más tarde me iba a dar cuenta de que aquellas palabras habían sido mal comprendidas.
—Gracias, Ryder —respondió ella.
Yo le guiñé un ojo y me marché.
Bajé a la cocina a preparar el café y me crucé con mamá; ella estaba por tomar un té antes de irse al trabajo.
—Me pareció oírte llegar, bebé —dijo enfriando su bebida—, ¿cómo te ha ido? —quiso saber, y su tono fue sospechoso.
Estaba casi seguro de que mi padre le había contado que había llegado junto a Jemina, así que me adelante:
—Bien, he venido con Jemi porque sus padres se pelearon —expliqué—, y ella no quería ir a casa de su tía.
—¿En serio? Pobrecita.
—Pero tú ya lo sabías, ¿verdad? —inquirí y agregué—: Papá te lo dijo.
Mi madre bebió un sorbo de su té, se sentó a la mesa y negó con la cabeza.
—Tu padre no es chismoso, Ryder —replicó.
—No dije que lo fuera —me defendí—, pudo haber sido un comentario casual.
—Sí, claro.
—De todas formas —aclaré al tiempo que ponía a hervir el agua— es solo por hoy. No me parecía correcto dejarla sola, considerando que es mi mejor amiga.
—No, no, no, por supuesto que no —se apuró a decir ella—, tienes que hacerla sentir acompañada.
—Mamá —supliqué.
—¿De verdad no te gusta ni un poquito? —El tono de su voz indicaba que no comprendía mis razones—. Es tan hermosa.
—Y es mi mejor amiga.
—Ryder —soltó después de un momento—, ¿eres gay?
Me detuve a medio camino de lo que estaba haciendo: colando el café.
—Mamá, ¿cómo me preguntas eso? —exclamé indignado.
—Bueno, perdóname. Pero es que nunca te he visto con una chica.
Retomé lo que estaba haciendo. Terminé de colar el café y lo eché dentro de un termo.
—Para tu información, sí he salido con chicas.
—¿Y por qué no conocimos a ninguna?
—Porque jamás me puse de novio. No es algo a lo que aspiro.
—Lo dices como si fuera algo malo. Míranos a tu padre y a mí.
—Sí, los veo, y son casi tan odiosos como perfectos. Pero no te preocupes, hay otras cosas que me hacen feliz.
—Como esas estúpidas carreras —espetó ella.
Suspiré.
—Sí, mamá. Como esas estúpidas carreras. Me hacen feliz, muy feliz.
—Pero son peligrosas, hijo.
Busqué dos tazas en la alacena y tomé el termo con la mano libre. Esta charla con mamá iba a terminar en una discusión, por lo que, lo más conveniente era marcharme cuanto antes.
—Como digas, Jemi me espera —dije y me marché.
—¡Ryder! —me gritó mamá, pero yo ya estaba subiendo las escaleras.
No estaba enfadado con ella porque no le gustara que yo corriera, sino porque no era capaz de respetar mis deseos. En poco tiempo cumpliría dieciocho años y sería libre para hacer lo que quisiera. Y sumado a eso, mi padre me apoyaba. Lo que sucediera después de esa decisión iba a ser mi problema.
Golpeé la puerta de mi habitación y entré. Lo primero que llamó mi atención fue el vestido de Jemina doblado —de manera perfecta— sobre la silla de mi escritorio. Me dio curiosidad saber qué llevaba puesto. Con algo de miedo, giré la cabeza y la encontré en mi cama. Se estaba atando el cabello en un moño —también perfecto—, y vestía una camiseta que no usaba desde hacía años porque me quedaba pequeña.
—Creí que habías huido —comentó algo coqueta. Era una actitud extraña en ella, pero considerando el beso y lo que había dicho Laura, todo era posible.
—Pues ya ves que no. —Sonreí con nerviosismo.
Dejé el termo y las tazas sobre mi escritorio. Era consciente de que no me quitaba la mirada de encima. Algo torpe, abrí el termo y eché un poco de café en cada taza. Intenté cerrar la tapa, pero la mano me temblaba. Oí que mi amiga se puso de pie, caminó hacia mí, y se detuvo a mi lado. Al mirarla de reojo, me di cuenta de que la camiseta apenas le cubría la ropa interior. ¿Por qué? ¿Por qué no podía sentirme atraído por ella como por otras chicas? Si era preciosa.
Mi suspiro fue tan sonoro que ella me preguntó si me encontraba bien. No, tenía miedo de romperle el corazón a mi mejor amiga, ¿cómo podía hacerle eso?
Tomé la taza y se la entregué con una sonrisa en mis labios.
Ella la tomó y volvió a la cama.
—¿Croissant? —le ofrecí, y ella lo tomó tras un «gracias».
Me senté a su lado y desayunamos en silencio; cada uno con su croissant, su café y sus pensamientos.
«¿Qué harás?», me pregunté. Temía que mi amiga quisiera ir más allá.
Respiré profundo y decidí que le diría la verdad. ¿La lastimaría?, sí, pero era lo mejor para ambos.
—¿Jemi? —titubeé—. Hay algo que...
—Estoy enamorada de ti, Ryder —confesó, interrumpiéndome—. Me gustas mucho, y he notado que tú también sientes algo por mí.
La miré, estupefacto, sin saber cómo responder. Lo sensato hubiera sido que yo le respondiera: «Jemi, eres mi mejor amiga y te amo por eso. Y a pesar de que me encantaría corresponderte, no puedo».
Pero yo no era sensato, así que dije:
—¿Otro croissant?
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Para siempre en ti [COMPLETA] Versión de Ryder
RomanceEl día en que Katia apareció en mi puerta, fue la primera vez que sentí miedo de verdad. Porque supe, al instante en que la vi, que me enamoraría de ella. Y así fue. Estaba loco por Kat. Y quise ser positivo respecto a ello. Quise creer que ella me...