IMPOSIBLE

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Me encontraba a punto de leer el mensaje que Danny me había enviado cuando llamaron a la puerta. Supe que era Katia, porque nadie más golpeaba antes de entrar.

Apagué el teléfono y lo metí debajo de la almohada, me di la vuelta mirando hacia la pared y fingí dormir. Todavía me dolía un poco la cabeza, pero por suerte siempre guardaba paracetamol y agua en la mesa de luz, aunque a veces no fueran efectivos.

Por los ruidos, intuí cuando Katia ingresó al cuarto, encendió la luz —aunque eso fue obvio, porque todo se iluminó—, y dejó algo sobre mi escritorio. La habitación estaba tan silenciosa que podía oír mi propia respiración y hasta la suya.

No sucedió nada más durante unos cuantos minutos.

Tal vez estaba admirándome. Con seguridad. Yo lo hubiera hecho.

De pronto sentí sus manos sacudiéndome. ¡Qué manera era esa de despertar a un pobre convaleciente!

Fingí que no había logrado despertarme.

—Ryder —me llamó y la ignoré—. ¡Ryder! —insistió.

Al cabo de unos segundos me giré. Okay, sí, aún me dolía bastante la cabeza, y la luz lo empeoraba. Era evidente que tenía una señora resaca.

Decidí perdonar su brusquedad cuando vi que lo que había dejado sobre mi escritorio era una bandeja con una taza humeante, un vaso de agua y estaba casi seguro de que había una aspirina allí. Prefería el paracetamol.

—Katia —le sonreí y el dolor volvió—. ¿Me extrañabas, nena?

Ella alzó las cejas como diciendo: cállate.

Aw, qué lindo de su parte haberme traído un té de hierbas.

«¡Cálmate!»

Le hice un par de bromitas y se enojó.

—Vamos, Ryder, ¿vas a tomarte el té? —Puso los brazos en jarra—. Te hará bien. Además, te traje una aspirina.

¡Lo sabía!

Ella se dio la vuelta para tomar la bandeja y volvió a girarse hacia mí.

—Puedes destaparme si quieres, duermo en ropa interior —dije en un tono grave que resultó muy sexy, o eso pensaba—, y acto seguido percibí que había dicho una tontería—. No, mejor no me destapes. Ya sabes cómo son las mañanas de un hombre.

Miré hacia cierto lugar.

«Ryder, no es momento para sentirse orgulloso»

Katia se puso roja y me sentí mal por ella.

—¿Vas...? ¿Vas... vas a tomarte el té? —Le sonreí y negué con la cabeza. No me gustaban los tés de hierbas—. Vamos, Ryder.

Dije cosas de las que me arrepentí al tiempo que las decía. En qué momento me había convertido en un idiota que no se paraba a pensar un segundo. Le había pedido que reconociera que había una atracción cuando lo más probable era que ella no quisiera saber nada conmigo. Todavía hoy no comprendo por qué no me disculpé.

—Tengo que irme, Ryder —dijo, algo nerviosa. Pobrecita. Yo también habría hecho lo mismo.

Cuando se marchó quise que me tragara la tierra, estaba tan avergonzado que no sabía si iba a poder mirarla a los ojos otra vez. Katia me gustaba, eso era un hecho, entonces, ¿por qué actuaba así? Tan inmaduro, como si nunca...

«No, Ryder. Esto no está pasando —pensé, aterrado—. Nunca te has enamorado de nadie. Y no podrías enamorarte de Katia porque... no puedes. No es correcto»

Para siempre en ti [COMPLETA] Versión de RyderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora