Antes de que Katia llegara a mi vida, había aceptado varias cosas: mi muerte era inevitable, y estaba bien con ello; mis días eran monótonos, y creía que era normal, y jamás me enamoraría de nadie, eso era algo de lo que estaba seguro.
Pero ahora, cada noche me dormía pensando por qué yo, por qué a mí. Qué había hecho para merecerlo. Katia lo había cambiado todo. Me sentía como si hubiera estado viviendo una vida en blanco y negro, y ella hubiese traído los colores.
La felicidad que hallaba a su lado solo podía equipararla a la felicidad que había sentido junto a mis padres. Era como una especie de paz, de seguridad, de saber que contaba con alguien si algo salía mal. Y no era por menospreciar a mi hermano, pero era consciente de que, si Ben debía elegir entre su familia y yo, elegiría a su esposa y a sus hijos. Y me parecía lo correcto.
Sin embargo, tenía la certeza de que Katia estaría a mi lado. Lo había demostrado al enfrentarse a Bruno aquel día en Calle Inter.
Con ella en casa, las mañanas y las tardes eran diferentes. Nos divertíamos muchísimo. Y distaba tanto de aquellas mañanas en soledad, mirando televisión o leyendo algún libro. También estaban muy alejadas de mi vida anterior al tumor, cuando en lo único que me preocupaba era estar presente a horario en Calle Inter e ir a pasar un buen rato con alguna señorita. Ahora que lo pensaba con claridad, si me dieran a elegir, sin dudas elegiría la parte de mi vida en la que ella estaba.
Me hubiera gustado retroceder el tiempo y haberla conocido antes, en su época de rebelde. Por ese entonces me consideraban un buen niño. Mi madre siempre decía que era un buen ejemplo. Estaba casi seguro de que nos habríamos llevado de los pelos.
Supongo que debíamos conocernos en el momento adecuado.
Y por último, desde lo que había sucedido con Jemina, había decidido que el amor no entrara en mi vida. Pero, a pesar de que sabía que no era lo correcto, Katia me hacía replantearme mi propia promesa. Y yo estaba dispuesto a ver la vida desde otra perspectiva.
Por ella.
Me quedé observándola en silencio. Lo único que se oía en la cocina era el repiqueteo de la lluvia contra la ventana que daba al patio trasero.
—Me asustas —dijo al voltearse y darse cuenta de que la observaba con fijeza.
—Tú me asustas —bromeé.
Ella me dio un golpe en el hombro y se sentó a la mesa. Hacía más de dos meses y medio que había comenzado la universidad, y, a pesar de que tenía montones de cosas que estudiar, siempre se hacía algún tiempo para pasarlo conmigo. Eso me halagaba.
—¿Qué tal tus amistades? —pregunté zampándome un bollo de crema. Estaba delicioso, por cierto.
—¿De mis amistades o...? —Ella sabía que me había puesto un poco pesado respecto al tal Julien.
—No, gracias. Me deprime —reconocí sacudiendo la mano.
—¿Por qué? —Bebió un sorbo de su café—. Ay, esto quema.
—Katia, ¿estás ciega? —exclamé—. Es como si lo hubieran sacado de un libro de Nicholas Sparks. —Me metí otro bollo, esta vez de chocolate.
—Exageras —replicó y rodó los ojos—. No sé por qué le das tanta importancia a Julien. Él no es mi amigo, solo lo conozco, y tú sí.
Me encogí de hombros. Eso era lo que más me preocupaba. Si Katia no veía a Julien como un amigo, podría verlo como cualquier otra cosa.
—Lo sé.
—Y tú eres especial, Ryder. —Tomó una de mis manos y la presionó—. Insoportable la mayoría de las veces, sí —dijo y me eché a reír en contra de mi voluntad—, pero especial al fin.
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Para siempre en ti [COMPLETA] Versión de Ryder
RomanceEl día en que Katia apareció en mi puerta, fue la primera vez que sentí miedo de verdad. Porque supe, al instante en que la vi, que me enamoraría de ella. Y así fue. Estaba loco por Kat. Y quise ser positivo respecto a ello. Quise creer que ella me...