CARTAS

161 31 6
                                    

Hacía varias semanas que no dormía tan mal como aquella noche, con un persistente dolor de cabeza. Había estado dando vueltas en la cama una y otra vez, hasta que Katia se despertó y bajamos a la cocina a tomar un té. Al cabo de un rato, volvimos a la cama y fingí dormirme para que Katia pudiera descansar, pues en unos días debía presentarse a un examen. Sin embargo, solo logré conciliar el sueño cuando comenzó a amanecer.

Más tarde, al despertar, el dolor de cabeza permanecía allí, pero no dije nada. Me desperecé y estiré la mano para buscar a mi novia. Como no estaba, miré la hora. 10.08 a.m.

Después de darme un baño, bajé a la cocina y la encontré estudiando.

—Bueno días —bostecé.

—Buenos días, cariño, ¿quieres tomar un té de tilo? —Asentí. Tenía una jarra humeante al lado de sus libros.

—Yo me sirvo. —Busqué una taza y la llené.

—¿Cómo dormiste? —preguntó y le di un beso.

—Bien, Kat.

Me senté a su lado con mi taza y ella me abrazó. Volví a darle un beso y sonrió. Me encantaba acompañarla mientras estudiaba, teniendo la certeza de que un día sería una estupenda profesora.

—Me alegro.

Una ráfaga de dolor pasó por mi cabeza, pero la ignoré. Ya había tenido suficiente la noche anterior.

En la ducha había estado pensando que una vez que Katia acabara con su examen, podríamos ir a acampar con los niños. Si bien no conducía desde hacía más de dos semanas, estaba seguro de que Ben no tendría problema en llevarnos.

—Estaba pensando en... —De golpe sentí un dolor que, de no haber estado sentado, me habría arrojado al piso. Fue rápido, pero intenso. Y me dejó con el cuerpo flojo y la cabeza palpitante.

—¿Te sientes bien, Ry? —Sentí los brazos de Katia a mí alrededor, sosteniéndome. A pesar de que traté de enfocarme en ella, me fue imposible: todo se veía borroso.

—Sí, sí —respondí para calmarla—. Fue solo un pequeño mareo.

El dolor se intensificó. Se sentía como si tuviera algo clavado en la cabeza.

—¿Seguro? —insistió, acariciándome el cabello. Cuando por fin pude verla con claridad, me di cuenta del terror en sus ojos, y eso era algo que odiaba. Saber que Katia debía seguir sin mí me llenaba de pánico.

Asentí, y por más que traté de soportarlo, una nueva ráfaga de dolor me debilitó.

—¡Ay! —me quejé, agarrándome de la mesa.

—¡Ry!

—Estoy bien, no te preocupes —lo desestimé—. Voy por unos analgésicos.

—¿Quieres que yo vaya por ella? —se ofreció.

No recordaba haber sentido un dolor como ese desde mi episodio de año nuevo.

—No, descuida.

Con la cabeza matándome, me puse de pie y fue el peor error que cometí. Todo comenzó a girar y las piernas apenas me respondían. No era capaz de pensar en nada más. Lo último que recuerdo fue el estallido de dolor que terminó por derribarme.

«No quiero irme, no ahora»

Luego todo se volvió oscuro.

Abrí los ojos y descubrí que no estaba en casa. Katia se encontraba recostada sobre mi pecho y el cabello le cubría el rostro.

Para siempre en ti [COMPLETA] Versión de RyderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora