DECEPCIÓN

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«Estoy enamorado de Katia», quise decir, pero no tuve el valor. Había algo en Elizabeth que me hacía retroceder cada vez que me miraba. Tal vez era la convicción feroz de que haría lo que sea por alejarme de Katia, y aunque por un lado comprendía que solo estaba tratando de cuidar a su hermana como podía, me irritaba.

—Te estás pasando de la línea, Ryder —advirtió mi cuñada—. ¿Qué estaba pasando? ¿Ibas a besarla? ¿Y después qué? —No dije nada—. Entiéndelo de una vez, por favor. No puedo creer que te lo tenga que decir todo el tiempo. Ya no eres un niño.

Cuando sentí el calor de mis lágrimas recorrer mis mejillas, me las sequé con un gesto brusco. Llorar delante de esa mujer era lo peor que podía pasarme.

—¿Por qué me odias tanto, Elizabeth?

—No te odio.

—Sí que lo haces.

—¡Qué no!

—¿Por qué me odias?

—¡Por qué destruirás a mi familia! —soltó entonces—. No quise decir eso, lo siento.

La miré, con los ojos llenos de lágrimas, sin comprender por qué tenía la culpa de lo que estaba sucediendo.

—Siempre fui un problema para ti —comprendí—. Solo me ves como una cosa que puede lastimar a tu familia. Pero te olvidas que yo también sufro.

—No es lo que quise decir —intentó convencerme, en vano.

—Lo dejaste muy claro —repliqué, dolido—. Destruiré a tu familia. —Respiré hondo, intentando calmarme—. Para ti no soy más que un monstruo.

Ella se rascó la frente y caminó, nerviosa, de un lado al otro del despacho.

—¿Por qué te empeñas tanto con ella? —preguntó, cambiando de tema—. Hay miles de chicas en Londres.

¿O sea que no importaba si lastimaba a cualquier otra chica? Lo importante era que no "dañara" a Katia. Tenía la impresión de que Elizabeth estaba peor cada día. Todo el tema de su hermana hacía que perdiera la cabeza.

—No puedo creer lo que me dices —me exasperé.

—Sé que esto va a sonar duro, pero tienes que alejarte de ella.

«Eso ya lo sé, como si no me lo hubieras dicho antes»

—Lo has repetido tantas veces. Lo que no ves es que cuando estamos juntos lo pasamos de maravilla. ¿Eso no te dice nada?

Ella cerró los ojos.

—Me dice mucho, pero por favor, Ryder, no lo hagas más difícil.

—¡Entiéndelo! —grité—. No eres dueña de nuestras vidas.

—No, sin embargo, así como traje a Katia me la puedo llevar —dijo, y quise encontrar malicia en su en su tono, pero solo encontré miedo. Miedo de que su hermana sufriera una pérdida irreparable—. Haré lo que sea para cuidarla.

Los nervios me hicieron reír.

—No puedes obligar a alguien a marcharse así como así.

—Haré lo que sea para cuidarla —repitió.

«Pero la amo», quise decirle. Y, aun así, una parte de mí se había dejado convencer, al menos por el momento.

—¿Ben sabe de esto? —Mi cuñada no respondió. No entendía cómo se había enamorado de esa mujer—. Veo que no.

Para siempre en ti [COMPLETA] Versión de RyderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora