DESDE DONDE QUIERA QUE ESTÉ

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Por la tarde, y después de una siesta, Max estuvo muchísimo mejor de ánimo. Tanto que me pidió que le hiciera unas tostadas francesas. Yo no cabía en mí de la felicidad. No obstante, me sentía terrible por haberlo dejado de lado. Antes, cuando llegaba de la escuela, jugábamos en el jardín, salíamos a tomar un helado o íbamos a pasear. Pero durante los últimos meses me había concentrado tanto en ir a Calle Inter a practicar o en mi distanciamiento de Katia, que no me había dado cuenta de lo mucho que mi sobrino me extrañaba.

Pasamos el resto del día viendo televisión en su cuarto, jugando a los videos juegos y con los soldaditos.

—¡Oye! —exclamé, fingiendo que estaba ofendido—. Creo que estás mejor. Es la tercera vez que me ganas.

Max se balanceó en la cama, muerto de risa. Era tan adorable.

—Es que juegas muy mal, tío —respondió volviendo a iniciar otro juego; esta vez de carreras.

—En este seguro te gano —bromeé—. Es mi especialidad.

—Ya veremos —dijo y lo miré sorprendido.

—¿Qué has dicho, pequeñito? Tú no sabes lo que soy. Soy cam-pe-ón. —Le hice unas cosquillas y nos echamos a reír.

—Sí que lo sé —replicó—. Papá me mostró videos.

Alcé las cejas. No sabía que mi hermano hubiera grabado mis carreras.

—¿De verdad? Nunca me las mostró.

—Dice que eran de mi abuela —dijo poniéndole inicio al video juego—. Pero yo no lo sé, no la recuerdo mucho.

«Porque ella nos abandonó, por eso no la recuerdas»

—Bueno, vamos a jugar. —Le sonreí y volvimos a la carrera.

La noche llegó con un descenso de temperatura que mi cuerpo sintió de inmediato. Me había hecho tan feliz pasar el día con Max, y esperaba que a él también. Sin embargo, no podía sacarme de la cabeza que mi madre había grabado todas mis carreras. Pero claro, ahora que lo pensaba bien, eso era cuando me quería. Después de eso no había dudado en marcharse.

Como no podía dormir, me le levanté y fui a la habitación de Katia.

—No puedo dormir —le expliqué cuando me abrió—. ¿Puedo acostarme contigo?

—No —respondió, seria.

Le rogué con mi hermosa y cautivadora sonrisa.

—Por fa.

Ella dejó escapar el aire y me lanzó una miradita cómplice.

—Está bien.

—Gracias, prometo que seré lo más inocente que hayas visto.

Ella alzó las cejas.

—¿Y quién te dijo que quería que fueras inocente?

Vaya, eso no me lo esperaba. Y me hubiera encantado amarla en ese momento, pero mis ojitos se cerraban solos. Max me había agotado. Aun así, esa noche, entre los brazos de Katia dormí mejor que nunca.

Durante la semana, me mantuve ocupado. Por las mañanas lleva a Katia a la universidad, junto con Max, y pasaba el resto de la tarde con mi sobrino en casa. Solo en alguna ocasión salimos a pasear, pero Elizabeth no había estado muy contenta con ello. De hecho, habíamos discutido en varias ocasiones. Sin embargo, una parte de ese enfado se debía a mi relación con su hermana. Y estaba seguro de que no iba a faltar mucho tiempo hasta que tuviéramos una nueva "charla".

Para siempre en ti [COMPLETA] Versión de RyderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora