ADIÓS, JEMI

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La debacle en nuestra relación comenzó cuando Jemina me confesó que me amaba. Me decía a mí mismo que debía aclararle la situación: yo no estaba enamorado de ella. Y, sin embargo, no lo hice hasta que no tuve más opción. Hasta que me vi acorralado. Habían pasado casi dos meses desde la primera vez que me había besado, y yo todavía fingía que estaba bien con eso.

—Ryder, ¿estás bien? —me preguntó ella tras unos minutos de silencio—. Te noto algo tenso.

Seguíamos sentados en la cama, yo estaba nervioso, con las manos entre las rodillas y la cabeza inclinada hacia delante. Ella me frotó la espalda y apoyó su cabeza en mi hombro.

—Estoy bien, no te preocupes.

—Yo también te extrañaré —dijo y me dio un beso en la mejilla.

¿Ella creía que mi angustia se debía a que en menos de una semana se marchaba a París con su madre?

Por supuesto que la iba a extrañar, era mi mejor amiga, pero al mismo tiempo me sentía culpable porque temía que ella se fuera con esperanzas de que lo nuestro pudiera continuar en algún momento.

Sus besos se hicieron cada vez más intensos y peligrosos. Y la besé. La besé porque no sabía cómo reaccionar sin lastimarla.

—Te amo tanto —susurró entre besos—. Haría lo que fuera por ti.

Mi cuerpo tembló cuando ella tomó mi mano y la llevó al primer boton de su blusa. Me separé para tomar una bocanada de aire y ella me besó la frente. Si se percató de que yo no le había dicho que la amaba, lo disimuló muy bien, porque siguió acariciándome poco a poco.

«Detenla, Ryder. Antes de que sea demasiado tarde»

Mi corazón latía fuerte.

«Si descubre la verdad por sí misma, la perderás para siempre. Detenla ahora»

—¿Jemina? —Se separó de mí un segundo y juro que hasta ese momento jamás alguien me había mirado de esa manera. Me rompía el corazón tener que decirle la verdad, pero debía hacerlo.

—¿Qué pasa, Ryder?

—Yo... «Suéltalo, suéltalo».

Toc, toc, toc. La puerta de mi habitación. «Gracias a Dios», pensé.

—¡Ryder! ¡Jemina! —gritó mamá desde el otro lado de la puerta—. ¡Ya está la cena!

—¿Tenemos que ir? —balbuceó Jemina, me dio otro beso y se apretó contra mí—. Vamos a quedarnos un ratito más.

—Ya sabes cómo es mi madre, Jemi. Vamos, ¿sí?

—Déjame abrazarte un minuto más.

La abracé fuerte. Eso sí podía hacerlo.

—Ryder, he estado pensando...

—¡Chicos! —nos llamó mamá otra vez.

Jemina respiró profundo y se echó a reír.

—Qué oportuna es.

—Siempre.

Me dio un beso y se separó de mí.

Al menos por esa noche mi madre me había salvado, ya que después de la cena el padre de Jemina iría a buscarla.

—Así que te irás —dijo papá durante la cena—. Es una pena. Ry te extrañará muchísimo.

Jemina bebió un poco de agua y asintió.

—Lo sé, y yo. He estado hablando con mamá sobre el asunto.

Para siempre en ti [COMPLETA] Versión de RyderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora