PARA SIEMPRE EN TI

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Antes de marcharse, Katia se apoyó sobre el marco de la puerta y me sonrió. Era adorable.

—Estás preciosa —le hice saber.

—Tú también —dijo, y sus ojos brillaron a causa de las lágrimas.

No me sentía atractivo en absoluto; había perdido más de diez kilos, mi piel lucía cenicienta y los círculos alrededor de mis ojos se acentuaban cada vez más. Pero para Katia seguía siendo guapo, y eso era lo único que me importaba.

—Ha sido una noche inolvidable, Kat —dije, sonriéndole, necesitaba llorar, pero no quería que ella me viera así—, todo el tiempo que paso contigo es inolvidable. eres inolvidable.

Ella respiró profundo y corrió hacia mí para darme otro beso. Me abrazó fuerte y me repitió que me amaba y que me amaría por siempre.

—Eres mi vida, amor —susurré.

Volvió a besarme.

—Y tú la mía.

«No. Solo soy una parte de tu vida. Hay todo un mundo allí afuera para ti»

—Ahora ve y aprueba ese examen —ordené en broma.

—No me mandonees.

—Lo haré si con eso logro que apruebes.

Ella sonrió y entornó los ojos.

—Sabes que te amo, ¿verdad?

—Por supuesto, amor. Porque soy sexy. Ahora vete, vete.

Se echó a reír y me dio un golpecito en el brazo.

—Está bien, te veo en la tarde.

Me dio otro beso y un abrazo fuerte. Y se marchó.

Y entonces, en ese instante supe que aquel había sido nuestro último beso, nuestro último abrazo, nuestras últimas palabras. Se me acababa el tiempo. Y en mi mente los reproduje tantas veces como me fue posible. Si me iba a ir, tenía que ser con la imagen de Katia a mi lado, abrazándome con fuerza como si no quisiera dejarme ir. Porque así era.

Mi corazón se rompió. Y un dolor punzante atravesó mi cabeza.

«Lo siento, Kat. Lo estoy intentando. Te juro que lo estoy intentando, amor. Pero duele tanto que...»

Sentí el calor de mis lágrimas caer por mis mejillas.

Quería aferrarme a la vida, aunque sabía que no tenía las fuerzas suficientes para ello.

«Sé que estarás enfadada conmigo cuando lo descubras. Y ojalá pudiera decirte que lo intenté, por nosotros. Que luché tanto que me quedé sin fuerzas»

Esos dos años no habían sido suficientes, y aun así, no los habría cambiado por nada del mundo. Amaba a Katia. Ella había llegado a mi vida como lo que era, un huracán. Un huracán que había puesto todo en su lugar.

Respiré profundo y miré a mí alrededor. El caos que era mi cuerpo desencajaba con el impecable cuarto de hospital. No podía mirarlo mucho, porque me recordaba que allí terminaría todo. Cerré los ojos y volví a respirar con dificultad. Sentía la cabeza pesada, me ardía y cada músculo de mi cuerpo comenzaba a entumecerse poco a poco.

Cuando Ben entró en la habitación, sus ojos se clavaron en los míos. Me alegró que no intentara disimular sus lágrimas. Qué más daba, todos lo sentíamos.

Caminó hasta mi cama, se sentó en una silla a mi lado y puso una mano sobre mi brazo. Estaba algo desarreglado, y llevaba la barba de unos cuantos días.

Para siempre en ti [COMPLETA] Versión de RyderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora