ESPERANZAS

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El miércoles, Katia estuvo todo el día en casa. Había aprobado un examen el lunes que la mantuvo de buen humor toda la semana. Mientras dormía, le preparé un té y fui a despertarla. No podía sacarme de la cabeza aquellas palabras que había pronunciado dormida. ¿Acaso era verdad que soñaba conmigo a menudo? Y, ¿podía eso significar que sentía algo por mí? Por primera vez, desde el incidente con Julien, había tenido una leve certeza de sus sentimientos. Sí, también había una gran cuota de esperanza, pero prefería pensar que era más que eso.

Katia ya estaba despierta cuando llamé a su habitación.

—Buenos días, Kat —saludé.

Cuando ella y yo estábamos bien, mi ánimo subía hasta por las nubes.

—Buenos días. Creo que has superado tu récord de entrar a mi habitación todas las mañanas.

Me reí. Era verdad, pero ¿quién podría privarse observar a esa hermosa mujer recién levantada?

—La vida es corta, y ver algo tan bonito como tú todas las mañanas es un placer que pocos experimentan.

Noté el efecto que mis palabras —y mi beso en su mejilla— tuvieron en ella; los colores se le subieron al rostro y estaba casi seguro de que su corazón se aceleró.

Le entregué el té y ella agradeció, dejándolo sobre su mesa de noche.

Había algo diferente en la forma en cómo me miraba, y por un segundo tuve la impresión de que me deseaba tanto como yo a ella, pero, por supuesto, eso era solo una sensación mía.

—¿Cómo has amanecido? —me preguntó.

Espectacular. Y ahora que estaba sentado a su lado, todavía mejor.

—Con mucha energía. Voy a lavar el auto antes de que se venga otra de esas inoportunas tormentas.

—¿Quieres ayuda?

«Katia, detente —pensé—. Esto es demasiado para mi corazoncito»

—Sería estupendo, pero ¿no tienes cosas que hacer para la universidad? «Por favor, di que no». —Su ligera molestia fue evidente—. No es que no quiera que me ayudes, solo que no me gustaría ser una distracción —aclaré.

—No eres una distracción, Ry. —Le sonreí—. Además, solo me falta leer un capítulo que habla sobre las políticas económicas británicas y planeo hacerlo en la tarde. Tengo toda la tarde para t... terminar todo.

«Por favor, que alguien me diga que no estoy soñando», grité en mi mente al ver su mirada. No podían ser mi imaginación.

—Lo paso muy bien contigo, Katia, quiero que lo sepas —admití—. Nunca he estado tan... —¿Cómo decírselo? —. Tan expectante por pasar el día con una amiga. —De la que estaba más que enamorado, para ser honesto—. Cuando vas a la universidad esta casa se siente vacía.

—También yo, excepto cuando duermes. ¡Rayos, Ryder! Se oyen tus ronquidos desde aquí. Antes no se oían tanto. —¡Mentirosa! Me eché a reír. Tendría que haberse oído el día que volví de la fiesta.

Casi como un acto inconsciente —o tal vez no—, la atraje hacia mí y la abracé. Y la sensación que me produjo su cuerpo contra el mío lo dijo todo. Si bien reconocía mis sentimientos por ella, no era consciente de lo mucho que necesitaba su contacto.

Hubiera querido contarle todo lo que estaba sucediendo en mi vida. Tenía la convicción de que ella me iba a comprender, pero el fantasma de Elizabeth se paseaba entre nosotros, y sabía que, si le confesaba a Katia mi verdad, mi cuñada era capaz de sacarme de su vida.

Para siempre en ti [COMPLETA] Versión de RyderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora