—Odio la lluvia —comenté mientras oía el plic plic plic de las gotitas que chocaban contra nuestra ventana. Me llevé una mano al cuello—. Ya comenzó a escocerme la garganta.
Carraspeé. Odiaba esa horrible sensación, cuando sentía como si se me cerrara la garganta. Era de esperarse, puesto que la noche anterior me había empapado cuando salí a cubrir el Lancer, y luego me había vuelto a mojar en el cementerio y en la universidad.
—¿Por qué no te tomas un antialérgico? —sugirió mi hermano.
Fruncí el entrecejo.
—No hay más del de frutilla.
Él levantó la vista de su carpeta y me miró.
—Ryder, ese era para los niños.
Pestañeé.
—¿De verdad?
Asintió.
—Oh..., con razón nunca me hizo efecto. —Hice una mueca—. Debería pedirle disculpas al laboratorio.
—¿Por qué? —preguntó.
—Por nada.
Ben sacudió la cabeza, al tiempo que sonreía, y siguió con su trabajo.
Ya había anochecido y la tormenta no había menguado ni un poco. Ben estaba revisando información sobre un caso y yo disfrutaba de un té caliente mientras le hacía compañía. Las mujeres y los niños de la casa dormían.
«Katia», volví a pensar en ella. No debí de haberme comportado así frente a Julien.
Hacía mucho tiempo que Ben y yo no pasábamos un momento a solas. Y una parte de mi extrañaba tener esas largas conversaciones con mi hermano. Dejé la taza sobre la mesa y me serví un poco más de té. De vez en cuando, un rayo iluminaba el exterior y las ventanas vibraban.
—¿Me sirves un poco, por favor? —me pidió.
Me puse de pie y fui a buscar una taza para él. No quedaba mucho en la tetera, así que la llevé conmigo, arrojé té dentro del filtro y la puse en la hornalla.
—¿Qué hay con Katia? —Oí cómo daba vuelta una hoja.
—Nada, ¿por? —mentí—. Nos hemos estado llevando bien.
—Elizabeth me dijo que Katia estaba un poco enfadada.
—No me sorprende —comenté— «que tu esposa haya estado metiendo la nariz donde no le corresponde» —añadí en mi mente.
—Ya no estás de buen humor como antes.
—¡Yo siempre estoy de buen humor! —me quejé, aunque hermano tenía razón. Desde la tarde mi humor había cambiado de tal manera que solo podía equipararse a los cambios de ánimo que me provocaba el tumor en ciertas ocasiones.
Ben se giró de golpe y me miró. Yo estaba apoyado sobre la mesada esperando que hirviera el agua.
—Me refiero a que te veías diferente, hasta tenías otro semblante —explicó—. Sé que quieres mucho a Katia, como a tu vieja amiga. —Lo pensó un momento—. ¿Cómo se llamaba?
—¿Jemina?
—¿Acaso no fue tu mejor amiga?
—Era mi única amiga —aclaré.
—Sí, esa era. Por cierto, ¿qué fue de ella?
Apagué el fuego y me llevé la tetera y la taza a la mesa. Esa conversación no me estaba dejando un buen sabor de boca. Mi historia con Jemina se sentía como mi historia con Katia, solo que esta vez la persona que terminaba con el corazón roto era yo. Ironías de la vida.
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Para siempre en ti [COMPLETA] Versión de Ryder
RomanceEl día en que Katia apareció en mi puerta, fue la primera vez que sentí miedo de verdad. Porque supe, al instante en que la vi, que me enamoraría de ella. Y así fue. Estaba loco por Kat. Y quise ser positivo respecto a ello. Quise creer que ella me...