EL AMOR DE MI VIDA

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No sé cuánto tiempo permanecimos besándonos, solo sé que no podíamos separarnos.

—Ry —susurró ella al cabo de un buen rato—. ¿Quieres hablar sobre esto? —Se separó un segundo.

Negué con la cabeza.

—No, por favor. Solo quedémonos así, ya habrá tiempo de hablar.

Ella volvió a besarme y me acarició el cabello. Era un gesto tan dulce que mi corazón se derretía. Y así estuvimos las siguientes horas, entre besos y algunas caricias.

—Estoy un poco agotada —se lamentó ella dándome un último beso y se recostó sobre mí regazo.

Yo la acaricié, despacio.

—Duerme, Kat. Yo te cuido —dije al cabo de unos minutos, pero al parecer estaba muy agotada, porque ya se había dormido.

Me quedé despierto un par de horas más por si el doctor Maurice volvía, pero como se hicieron las dos de la madrugada y no volvió, cerré los ojos y me quedé dormido, con una enorme sonrisa en mis labios. Esperaba no meter la pata al día siguiente.

Desperté al oír las quejas de mi cuñada. Bonita manera de despertar. Al parecer estaban discutiendo sobre el hecho de que Katia y yo estuviéramos en esa posición, y no me refiero a la manera en que ella estaba recostada sobre mí, y mucho menos a como la sostenía por la cintura. Elizabeth le decía a Ben que lo nuestro no iba a funcionar, y rogué en mi mente que no dijera una palabra, pues no sabía si Katia podía estar tan despierta como yo.

Entonces mi hermano dijo:

—Ella está enamorada de él. —Y mi corazón dio volteretas. Su esposa se indignó y mi hermano añadió—: Ryder la quiere, Elizabeth. —Si la llamaba Elizabeth, estaba hablando en serio—. Tal vez le hayas creído cuando te dijo eso de que no se enamoraría de ella. Pero conozco a mi hermano, y no tengo dudas de que la quiere.

Incluso con mi hermano interviniendo, ella se empecinaba en decir que lo nuestro no podía ser. Dejé de escuchar cuando siguieron discutiendo. En un momento presioné los dedos sobre la cadera de Katia para hacerle saber, en caso de que ella estuviera despierta, que yo también lo estaba.

Pestañé cuando oí que pasaron frente a nosotros y se metieron en la habitación. Estiré los brazos y miré a Katia chequear la hora en su teléfono.

—Hola —musitó ella. De pronto, me sentí aterrado. Temía que Elizabeth la apartara de mi lado tal como había prometido—. ¿Estás bien?

Asentí. Sin embargo, no lo estaba.

—¿Seguro? —insistió y volví a asentir. Lo último que quería era preocuparla

—Lo siento... —dije. Lo sensato hubiese sido que le contara a Katia todo, desde mi enfermedad hasta mis conversaciones con su hermana. No obstante, no lo hice. No entendía por qué me costaba tanto. ¡Si incluso se lo había contado al idiota de su amigo!

—¿Qué es lo que sientes? —preguntó, preocupada.

—Lo de anoche, no debí... «¿Y si te aleja de mí? ¿Y si no puedes seguir estudiando historia aquí por mi culpa?»

—¿Te arrepientes de haberme besado? ¿De que nos hayamos... besado? —susurró con el entrecejo fruncido en un gesto de confusión.

No dije nada.

—No, eso no es lo que quiero decir. Me refiero a que..., somos amigos, Katia. No quiero arruinarlo.

«Y no quiero que ella te lleve»

—No vas a arruinarlo —me aseguró.

¿Cómo podía explicarle el miedo que sentía en ese momento?

Para siempre en ti [COMPLETA] Versión de RyderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora