ALMAS GEMELAS

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Toqué la piel sobre mi corazón. El proceso había comenzado hacia unos diez días y por fin había acabado. Había estado rondando en mi cabeza por semanas la idea de plasmar el nombre de Katia en mi piel. Ella era, y sería, por siempre mi único gran amor, por lo que tu nombre sobre mi corazón no era una locura como algunos podrían pensar.

Amanda, la amiga de Danny que me había tatuado, me miró con una sonrisa al ver mi felicidad ante el espejo.

—La amas mucho, ¿verdad?

La miré sin dejar de sonreír.

—Es el amor de mi vida. —Terminé de abotonar mi camisa y volví a sentarme sobre el sillón.

El salón de tatuajes de Amanda era maravilloso, limpio y ordenado. Los muros de ladrillos estaban cubiertos de cuadros con todo tipo de diseños y un enorme espejo con marco dorado reposaba sobre una de las paredes laterales. Además, en la entrada tenía un apartado con sofás de cuero y una mesita en donde podías esperar si Amanda estaba con otro cliente. Siendo honesto, antes de Katia, la idea de hacerme un tatuaje me resultaba absurda e innecesaria. Sin embargo, ahora lo veía como un acto de amor hacia mi novia. Y ansiaba con todas mis fuerzas que ella lo viera así.

Salí del salón con una emoción que me llenaba por completo.

El viaje de camino a casa estuvo repleto de nervios. Esperaba que a Katia le gustara mi gesto de amor, porque al fin y al cabo, era para ella. También esperaba que no se enfadase, ya que tenía unas diez llamadas perdidas.

Al cabo de media hora detuve el Lancer frente a la casa y encontré a Katia parada en medio del porche, resguardándose del sol. En cuanto me vio, corrió hasta el coche al tiempo que yo me bajaba. El enfado en su mirada desapareció al darse cuenta de que me encontraba bien. Le sonreí, porque no tenía nada de qué preocuparse.

—Ay, Dios, Ry. Tienes que avisarme cuando te vas —exclamó—. Me he preocupado cuando me desperté y no te vi.

Pobrecita. Durante los últimos días me había comportado de manera extraña solo porque no quería que se diera cuenta de lo que planeaba.

—Lo siento —me disculpé y me dirigí hacia ella. Al llegar a su lado, agarró mi cara con sus manos y me dio un beso que contenía todos sus temores—. Ven conmigo —dije y la llevé a la casa. Mi corazón se aceleró por la emoción—, quiero mostrarte algo.

Cuando estuvimos dentro, desabotoné el primer botón de mi camisa con dedos temblorosos.

—¿Qué haces? —preguntó con las mejillas enrojecidas.

—Quiero que veas esto. —Casi como un acto ceremonial, seguí desabotonando la camisa mientras sus ojos se abrían más y más. No se lo esperaba.

El asombro en su voz me llenó de felicidad.

—¿Te tatuaste mi nombre?

Una sonrisa se formó en mis labios y asentí, maravillado ante su expresión.

—Se supone que son las chicas enamoradas e inocentes las que se tatúan el nombre de su novio —bromeó sin dejar de mirar su nombre.

—No —dije, y la abracé pegando su frente a la mía. Una parte de mí sabía que no sería su único amor, pero ella sí sería el único para mí—. Yo quiero que me recuerdes por tener mi nombre marcado en tu corazón, no en tu piel. —Me incliné sobre ella y la besé—. Además, no eres lo que se dice una chica inocente.

Ella rio contra mi boca y me consideré tan afortunado por tenerla.

—¡Ryder! —Soltó una risita.

—Te amo tanto —susurré contra sus labios—. Nunca pensé que podría ser tan maravillosamente feliz.

—Jamás pensé que tú serías el amor de mi vida, Ry —confesó y el corazón se me llenó de mariposas—. De verdad, no lo esperaba. Al principio creí que no nos llevaríamos tan bien como para ser amigos, pero con el tiempo me di cuenta de lo que eres en realidad.

—¿Qué soy? —pregunté tras darle otro beso. No obstante, por la forma en que me miraba, lo supe.

—Eres un hombre estupendo, bondadoso, protector, amigable, sacrificado y mucho más.

Otro beso, esta vez más intenso.

—Lamento haberme comportado raro esta semana.

Ella sonrió.

—Sí, me pareció curioso que no quisieras quitarte la camiseta.

—No quería que lo vieras hasta que estuviera curado.

Katia me abrazó con más fuerza, como si ese abrazo fuese todo lo que necesitara en la vida.

—Eres inolvidable, Ryder Montgomery. —Escuchar mi nombre en sus labios siempre me provocaba una linda sensación de calidez—. Eres lo mejor que tengo y que tendré siempre.

Le tendí la mano y la conduje hasta nuestra habitación. La última semana sin el roce de su piel me había matado, y ahora estaba desesperado por besar cada rincón de su cuerpo.

Katia volvió a darme un beso tierno y dulce en los labios al tiempo que deslizaba mi camisa por mis hombros. Mi corazón se desbocó cuando sus manos llegaron al botón de mis pantalones. «Maldita sea —le dije a mis lágrimas que amenazaban con inundar mis ojos—. Ahora no». Y casi como un milagro, desaparecieron. Quería disfrutar de hacerle el amor sin otro sentimiento que mi pasión por ella.

—Te amo, Ry —susurró, besando la zona de mi piel en donde estaba su nombre—. Y te amaré toda mi vida.

Me incliné sobre ella para besar sus labios. Con suavidad, le retiré el cabello de sus hombros y la ayudé con su vestido. Sentía una necesidad intensa de acariciarla, de contemplarla.

Cuando la última prenda cayó y ella la arrojó lejos, la abracé con fuerza y le acaricié la espalda con las yemas de los dedos.

Pero ambos necesitábamos más.

Katia me rodeó el cuello con sus brazos y se apretó más contra mí.

—Me vuelves loco, Kat —jadeé ante nuestro contacto—. Y no solo te amaré toda mi vida. eres mi vida, bebé.

Hicimos el amor una y otra vez, hasta que Katia pronunció mi nombre y me desplomé sobre ella. Y en ese momento supe, que a pesar de que mi tiempo era escaso, me habían dado el mejor regalo que podría dársele a una persona: mi alma gemela.

—Te amo, alma gemela —musité acariciando su brazo desnudo.

Katia sonrió.

—Te amo, alma gemela —respondió.

Para siempre en ti [COMPLETA] Versión de RyderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora