MI ÚLTIMA CARRERA

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Con el cuerpo cargado de dolor, desesperación y miedo, salí de Calle Inter quemando caucho. Estaba decidido a no permitir que Tony le pusiera una mano encima a Katia. Cambié a la quinta marcha y pisé el acelerador a fondo. En la carretera no había nadie más que yo y aquellos puntos rojos en la lejanía.

«Katia», solo podía pensar en lo mucho que la había lastimado.

Mi cabeza giraba a mil por segundo cuando veía que pasaban los minutos y no los alcanzaba. El contador marcó doscientos noventa kilómetros por hora, lo máximo que podía dar el Lancer. «Vamos, vamos, vamos», le supliqué, y como si me comprendiera, no pasó mucho hasta que estuve detrás del Impreza. Tomé una bocanada de aire, todo mi ser temblaba, pero me obligué a mantenerme sereno.

El Lancer, dando todo de sí, se acercó hasta ponerse a la par. Pero Tony se tiró contra mí, yo giré el volante, bajé la velocidad y lo esquivé. Volví a intentarlo otra vez sin éxito. ¡Qué imbécil, iba a provocar un accidente! No recuerdo cuántas veces más lo hizo hasta que...

—¡Tony! —grité, aterrado, como si pudiera oírme.

Bajé la velocidad, con la esperanza de que hiciera lo mismo.

Pero no.

Todo pasó tan rápido: las luces del camión, el claxon, la frenada, el Impreza perdiendo el control...

Y el estruendo.

En ese segundo, mi mundo se derrumbó, y mi mente iba a hacia un solo lugar.

Katia.

Agitado, y con manos temblorosas, avancé con un corazón lleno de terror. Los ojos se me llenaron de lágrimas y temí derrumbarme.

«No, no, no, no, no», me desesperé tratando de comprender qué había sucedido.

Frené de golpe en cuanto vi las luces traseras del Impreza, me bajé del Lancer y corrí hasta ellos.

—¡Katia —sollocé—. ¡Katia! —Lo único que me permitía ver en la penumbra eran las luces del Lancer, por eso atisbé a ver que se habían estrellado contra un árbol, y que al parecer Tony se había llevado la peor parte—. ¡Kat! —lloré, al tiempo que trataba de destrabar la puerta—. ¡Lo siento, amor, lo siento! ¡Todo esto es mi culpa! —¡La maldita puerta se había trancado!—. Katia, por favor. —Seguí jalando hasta que tras un clic, se abrió. Encendí la luz superior del auto y allí estaba ella: respiraba, Dios mío, respiraba. La examiné cuanto pude. Se había dado un buen golpe, pero...

Soltó un gemido de dolor.

—Ay...

—Kat, mi amor. Tranquila, estoy aquí —le susurré, sosteniéndole la cabeza para que no se moviera—. Amor, tranquila —repetí y le di un beso suave en la frente.

Ella intentó abrir los ojos, pero al final se dio por vencida.

Mi corazón parecía a punto de estallar. Pestañeé para alejar las lágrimas.

—¿Ry? —musitó y me quedé mirándola.

—Katia, estoy aquí. No te muevas por favor. Voy a llamar a una ambulancia. —Sin embargo, ella no dijo nada más—. ¿Katia? —Busqué el teléfono en mis bolsillos, pero no lo encontré—. ¡Mierda!

Me eché a llorar sobre su regazo.

«Por favor —supliqué—, no te la lleves. Por favor...ella no tiene la culpa de todo el daño que le hice»

Tenía que ir a buscar mi teléfono para llamar a la ambulancia, pero me aterraba la idea de dejarla sola. Sin embargo, me puse de pie y corrí hasta el Lancer, llamé a la ambulancia y volví con Katia.

Para siempre en ti [COMPLETA] Versión de RyderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora