EPÍLOGO

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De pronto, el dolor se desvanece, como si nunca hubiera estado ahí.

Y por más que todavía estoy pensando en Katia, no siento tristeza, sino felicidad. Porque sé que pronto volveré a verla.

Giro la cabeza para mirar a mí alrededor. Este lugar me resulta conocido; el sofá, las paredes, la televisión prendida, incluso el aroma.

Mi casa.

¿Cómo...?

—¿Campeón?

Doy media vuelta y lo encuentro allí, parado frente a mí. Me mira con esos ojos demasiados parecidos a los míos y no puedo evitar sonreír.

—¿Papá? —pregunto, con la esperanza de que no sea un sueño.

Él camina hacia mí y me estrecha entre sus brazos. Sentirlo me llena de felicidad.

—Ry —dice mi nombre como si me hubiera estado esperando por siglos.

—Papá —sollozo de alegría—. Papá, sabía que estarías aquí.

Se separa un segundo y me mira a los ojos.

—Mi bebé, mi hermoso bebé.

Volvemos a abrázanos con fuerza.

—Tenía la esperanza de verte —digo y él sonríe.

—Lo sé, y aquí estoy.

Nos sentamos en el sofá y hablamos por mucho rato. Le cuento de Katia, de los niños, de mis amigos.

—Me hiciste mucha falta —confieso acurrucándome a su lado como cuando era un niño.

—Siempre te he cuidado, Ry.

—Lo sé, papá.

No sé hace cuánto tiempo estamos aquí, pero me parece una hermosa eternidad.

Entonces papá mira su reloj, ¿aquí hay tiempo?

—Es hora, Ry.

—¿Qué? —pregunto en un tono que parece asustado, pero en realidad no siento miedo.

—Tienes que ir por ella.

—¿De qué hablas? Apenas he llegado.

Joseph me sonríe, y su mirada dulcificada me inunda el corazón.

—Aquí es diferente, campeón. Ve —me ordena de manera dulce y señala hacia la puerta—. Yo estaré aquí cuando vuelvas. Los esperaré a ambos.

—¿En serio? —Una parte de mi quiere quedarse con papá, pero me siento tan emocionado con la promesa de ver a Kat que mi corazón se vuelve loco.

Le pregunto a Joseph por qué no siento que he cuidado de Katia.

—Porque ella nunca necesitó quien la cuide, Ry. Tú sí.

Con una enorme sonrisa en mis labios, me dirijo hacia la puerta.

«Nuestro momento ha llegado, Kat»

Tiro del picaporte y salgo de la casa.

Miro a mí alrededor; estoy en una calle desierta, casi perfecta. Pero no encuentro a Katia.

Vuelvo a mirar.

Nada.

Entonces, a los pocos segundos, la veo a unos metros. Y mi corazón comienza a latir fuerte, desesperado, ansioso. Y vuelvo a tener todos esos sentimientos que tuve al verla por primera vez. «Mi Kat», pienso. Mis ojos se llenan de lágrimas de felicidad. Sonrío al ver que se toca la cara, como si no pudiera creer lo preciosa y joven que es. Extiendo los brazos, esperándola. Me mira, la miro, y ambos sonreímos porque finalmente estaremos juntos.

Suelto un suspiro cuando corre hacia mí y todos esos sentimientos estallan cuando me abraza.

—¡Ry! —llora, aferrándose a mí.

—Katia —susurro. La sensación de su cuerpo contra el mío es embriagadora. Hasta ese momento no había notado cuánto la había extrañado. Le doy un beso en el cabello e inhalo su aroma.

—Realmente eres tú —me dice.

—Claro que sí, amor. —Sonrío—. Te dije que estaría esperándote, y aquí estoy.

La tomo por el mentón y la beso. Tal como lo recordaba; dulce, suave, húmedo.

—¿Estaremos juntos de aquí en adelante? —pregunta, esperanzada.

Y en ese momento tengo la certeza de que sí, de que estaremos juntos para siempre.

—Por toda la eternidad —le aseguro, y vuelvo a besarla.

Fin

Para siempre en ti [COMPLETA] Versión de RyderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora