Mis ojos se abrieron de repente, y tras tomar una bocanada de aire, me incorporé, algo agitado. Acababa de tener otra pesadilla en la que buscaba a Katia por toda la casa y no la encontraba, pero la oía, diciéndome que me marchara de su vida.
Me froté la cara con las manos con la intención de despabilarme. Había dormido una siesta que pretendía ser reparadora y terminó siendo todo lo contrario. Ya no lo soportaba. Después de doce días sin ella, la necesitaba con desesperación.
«Si tan solo pudieras perdonarme», pensé, y entonces me di cuenta de que antes de esperar que Katia me perdonara, debía perdonarme yo. Mi hermano tenía razón, me castigaba porque me sentía culpable, porque me hacía responsable del sufrimiento de Katia. Sin embargo, no podía evitarlo. Yo era la causa.
Con esos pensamientos en la cabeza, me pasé toda la tarde mirando televisión, con la esperanza de que mi mente me dejara en paz. Pero no. Pensaba en ella una y otra vez, en dejar de ser cobarde, levantarme del sofá e ir a verla. Aun así, no lo hice, porque tenía miedo de que su respuesta no fuera lo que quería escuchar.
Y tener la certeza de que la iba a perder del todo, me rompería el alma.
Por la tarde tomé un té con unas galletas saladas, me di un baño —porque Julien no paraba de enviarme mensajes para que lo hiciera—, fui a mi habitación y me senté en la cama. Dejé caer los hombros, aguardando que cayera otra noche igual a las anteriores. De alguna manera terminaría por acostumbrarme al vacío que sentía sin Katia a mí alrededor.
Pero esa tarde no fue normal, porque recibí una oportunidad que no esperaba al oír su voz llamándome.
Al principio creí que había enloquecido, hasta que me giré y la vi.
Y mi corazón comenzó a latir con más fuerza. Estaba ahogándome de emoción.
Abrí mucho los ojos, no lo creía.
Katia estaba allí, frente a mí, mirándome tal como lo hacía antes, como si nada malo hubiera ocurrido entre nosotros.
—Lo siento tanto —se disculpó, cuando era yo quien debía hacerlo—. Si hubiera sabido que todo esto estaba pasando.
¿Cómo...?
Sentí mis ojos llenos de lágrimas y las mejillas húmedas. En aquellos días la había extrañado muchísimo, pero nunca imaginé hasta qué punto me había hecho falta. Con Katia a pocos pasos, finalmente podía respirar.
—Perdóname —le rogué, con un nudo en la garganta. Ella caminó hacia mí y se sentó a mi lado. Su calor y su aroma me envolvieron, embriagándome. Por un segundo me desesperé: quería preguntarle cómo había estado, quería abrazarla, besarla, mirarla a los ojos y decirle que la había extrañado muchísimo. Todo eso a la vez. No obstante, me obligué a calmarme. Lo que en realidad deseaba era disfrutar de su cercanía. Entonces me abrazó, fuerte, tanto que rompí a llorar al sentir su piel contra la mía. Enterré mi cabeza en su hombro y oí que ella también estaba llorando. Mi Kat, mi hermosa Kat. Al fin la tenía entre mis brazos—. Perdóname, Katia. Tendría que haberte dicho la verdad desde el principio —sollocé.
—Shh, no tengo nada que perdonarte, amor. —Presionó sus labios contra mi cabeza y temblé. Era suyo, solo suyo—. Te amo, Ryder. Te amo, y juro que no te dejaré solo en esto.
—No puedo pedirte eso...
Ahuecó mi cara entre sus manos, obligándome a mirarla. La emoción que sentía al tenerla junto a mí me sobrepasaba. Con su pulgar secó mis lágrimas en vano, pues no podía parar de llorar.
Y me besó. Un beso suave, dulce, cargado de tantos sentimientos, pero sobre todo de perdón.
—Hagas lo que hagas —susurró acariciándome la parte posterior de mi cabeza—, Ryder Montgomery, no pienso dejarte.
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Para siempre en ti [COMPLETA] Versión de Ryder
RomanceEl día en que Katia apareció en mi puerta, fue la primera vez que sentí miedo de verdad. Porque supe, al instante en que la vi, que me enamoraría de ella. Y así fue. Estaba loco por Kat. Y quise ser positivo respecto a ello. Quise creer que ella me...