Utilizando a mi mejor amigo gay

#37

Este Capitulo está dedicado a:
SuriJazmorgan
Si quieres una dedicación, estén atentas cuando ponga el icono [🥞] ya que significa que inicia la dinámica🤗

-Hey muñeca, levántate un poco la faldita.

-Tan pequeña y linda, como para hacerle cositas.

-¿Qué hace un puta en una cafetería?.

Esas eran unas de las muchas más palabras que estaba recibiendo la tierna Isabel, esa niña esforzada que buscaba una mejor oportunidad para su hija o hijo, que aún se estaba desarrollando en su vientre, Malditos morbosos hijos de puta, ojalá pase un camión y les aplasten los huevos. Esta cabizbaja siguió ejerciendo su trabajo sin intención alguna de contestarle a los grandes malnacidos, aunque sé, que ganas, no le faltaban.

Cuando Isabel llegó a caja para poner nuevas órdenes en su bandeja, detuve su mano mientras colocaba los smoothies, algún que otro tres leche, té de rosa, entre otros deliciosos productos sobe su espalda en señal de apoyo y tome la charola junto al último café que había sacado yo.

-Descansa un poco.- dije mientras le guiñaba el ojo y esta agradecida me regaló una sonrisa de las más tiernas que pudo haber.

Llegue con cara de culo a la mesa de los hijos de su puta madre, en serio, ganas de aventarles sus verdades además de agua, no me faltaba, pero sabía que podía causarme problemas y traer consecuencias tanto para mí como para los demás.

-Aquí tienes su pedido, Ponche Smyrna, Dos postres de vainilla y menta y un café expresso cargado.- La cara de los hombres se les ilumino, a diferencia de Isabel yo andaba con mis típicos jeans ajustados por lo que al darme la vuelta sentí sus miradas en mi culo.

Tranquila Lizz, tranquila.

Voy a mi última mesa, la cual está al fondo de todo y dejo el smoothie de caramelo.

-Smoothie de caramelo, evitamos ponerlo leche, ya que la mesera anterior me dijo que era alérgico. -coloco una servilleta y la pajilla, observo si hace alguna mueca, pero la capucha del suéter no me deja ver bien su rostro. -espero lo disfrute. - dije antes de regresar a caja, seguí entregando ordenes mientras los hombres morbosos se fueran e Isabel continuara su turno.

[...]

Eran casi las once y media, pero el local cada vez estaba más lleno, es la jornada de trabajo más cansada que haya tenido. Nuestras camisas de color negro pertenecientes de la empresa y en el cual teníamos guindando al lado la chapa con nuestro nombre, se estaban ensuciando a causa de preparar un sin número más de pedidos, tan así que tenemos que hacer horas extras.

Agitada termino la orden de un Frappe de Fresa, Ciruela y maní, limpio mis manos en donde pueda alcanzar. A este punto no sé qué más está sucio, si mi delantal, mi camisa o mis pantalones, Isabel va de un lado a otro, anotando órdenes y dejándolas en la caja. La cual ahora se ocupaba otra chica al parecer de otra sucursal, porque nunca la he visto en este lugar.