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Beso la frente de a la que ahora no puedo considerar solo una mejor amiga, salgo de la habitación para dirigirme a la sala, agarro mi mochila y acomodo mis zapatos.

Una risa irónica pasa por mi mente.

Y eso que la consideraba como una hermana

"O eso te empeñaste en pensar"

Cállate

Alejo mis pensamientos internos y camino hacia la refrigeradora, tomo dos botellas de agua y regreso para meterlas dentro.

Sé que me está observando, siento su mirada intensa, volteo para ver su rostro y ahí está, sentada en la cama, uno de sus pies vendado, su piel tan blanca y suave como un perla. Su pelo desordenado que parece un nido de pájaro que aun así en ella se ve tierno, sus ojos cafés me ven con determinación, expectante a cada movimiento que doy, y para que negar, no me incomoda en absoluto.

Suelto un pequeño suspiro casi imperceptible, le regalo una sonrisa antes de desaparecer de su vista.

Saco mi celular de bolsillo y entro al chat de su amiga Lara. Espero ella sepa que tengo su número o máximo tenemos comunicación.

Nuestra última conversación fue el contarle que estaba yendo a las sesiones al psicólogo.

"Elizabeth está en mi casa, me gustaría mucho que, si pudieras, vinieras a visitarla. Sé que te extraña, pero no ha querido molestarte. La conozco lo suficiente para afirmarlo."

"Lo sé, Igual la conozco Daniel, Recuerda que estuve para ella cuando desapareciste. En fin, Iré, Yo igual la extraño mucho."

"Sé mis errores, pero lo hice tanto para mi bien emocional como el de ella, no de la manera en que lo hice, pero de ello se aprende y estoy dispuesto a todo por mi pequeña si es necesario. Hay ingredientes en la cocina, tómate la libertad de hacerse algo si tienen hambre."

"Ok. Suerte, no vengas con costillas quebradas porque si no la perra llora."

Mi pequeña se consigue amigas igual de psicópatas que ella.

Cierro la puerta con cuidado y observo alrededor, camino unas cuadras y una notificación de mi móvil me distrae.

"Cámaras de seguridad activadas".

Ahora nada puede salir mal.

[...]

Uno. Dos. Uno. Dos. Centro. Tres. Cuatro. Abajo.

—Buen trabajo Anderson.

Tomo una bocanada de aire y la exhalo por la boca. El entrenador da dos palmadas en mi hombro, mientras pasa a retirarse imagino a igualmente tomar un pequeño descanso.

Tomo asiento en una de las bancas, termino la primera botella de agua mientras me quito lo guantes de boxeo.

Después de un minuto descansando y sin el entrenador a la vista, me dirijo a unos de los varios sacos de boxeo en la zona apartada del lugar.

Con las manos desnudas golpeo el saco, con el objetivo de fortalecer mis huesos y tejidos, luego de un minuto coloco las vendas y los guantes. Muevo mis pies que están separados a la anchura de los hombros, ubico mi pierna izquierda delante y levanto el talón de mi pie derecho para golpear, mis rodillas ligeramente flexionadas. Coloco mis puños a la altura del rostro y alineo los hombros.

Cuando termino mi postura correcta comienzo con golpes intensos, me muevo libre mente alrededor de él evitando quedarme quieto, luego de un minuto. Utilizo las patadas y practico alguno que otro esquive.

Utilizando a mi mejor amigo gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora