T.
Los auditores acaban de confirmar lo que Marc aseguraba: su maldita inocencia.
El informe es limpio. Impecable. Técnicamente sólido.
No hay pruebas que lo incriminen. Ninguna irregularidad sustancial.
Ni un maldito papel fuera de lugar.
Todo cuadraba. Todo era perfecto.
Demasiado perfecto. Como él.Los noticieros repiten la noticia hasta el hartazgo, mientras sus oponentes políticos intentan desacreditar la veracidad del informe. Alegan corrupción. Manipulación.
Pero no importa.
El daño ya está hecho.
La grieta en su imagen está abierta, supurando desprecio popular.«Ni de chiste voto por él.»
«Más de lo mismo.»
«Todos los políticos son iguales, unas ratas.»Las redes sociales vomitan frases como esas a cada segundo, mientras el patético equipo de Marc lanza una campaña improvisada para salvar lo que queda de su prestigio: fotos con niños enfermos, donaciones benéficas, visitas a orfanatos.
Un desfile barato de caridad performativa.[¡Se supone que debía ir preso!]
El mensaje de mi cliente me llega directo al chat encriptado de mi página en la dark web.[Si va a la cárcel, no lo podré matar.]
Le respondo con los dientes apretados. Me cuesta contener la rabia.
¡Que me deje hacer mi trabajo como me dé la puta gana![¿Qué mierda de excusa es esa?]
Su reproche me enciende aún más. Porque tiene razón.
Claro que puedo matarlo.
En la cárcel o en su mansión.
Dormido o despierto.
Solo o rodeado.
Con las manos o con palabras.[Perdió votantes.]
Intento defenderme, aunque la voz de la razón me sabotea desde dentro.
[¡Quiero más! ¡Quiero que lo hundas! ¿Te quedó grande el trabajo?][No, solo déjame actuar como mejor me convenga porque al final te prometo que quedará más embarrado de mierda que un excusado público.]
[Eso espero.]
Cierro el chat.
Abro el programa de audio.
Sintonizo el canal del micrófono oculto en el despacho de la mansión Turner.Un leve chisporroteo. Luego, voces.
—¿Ya revisaron todas las cámaras? —Charlotte. Su tono todavía está impregnado del susto que le di. Aún no se le borra el temblor del dedo manchado de sangre ajena.
—Sí —responde uno de los guardias, profesional pero nervioso—. Solo se vio a una mujer con una bufanda cubriendo el rostro. No logramos identificarla. Entró y salió sin dejar rastro.
—Madame... —murmura Marc, casi para sí, pero lo escucho. Dios... me está llamando así.
No puedo evitar que una sonrisa se curve en mis labios.
Madame.
Como si yo fuera una leyenda.
Como si él supiera que no soy cualquier mujer.
Y aun así me desea.—¿No entiendo? —cuestiona Francisco—. ¿Es una fanática enamorada de Marc? ¿Eso es lo que estamos diciendo?
¡No!
Respondo mentalmente, exasperada.
No soy una fan. Soy su maldición. Soy lo único real en su mundo de máscaras.
Idiotas.—¿Tú crees que una loca fan enamorada del secretario me amenazaría con un maldito dedo humano? —chilla Charlotte, descompuesta—. ¡Es algo mucho peor!
Exacto, estúpida.
Soy peor.
Soy el monstruo que respira en su cuello—A ver... —empieza Roger, ese que siempre intenta darle sentido a lo que no lo tiene—. Mata a un senador, secuestra a Marc y lo deja ir, y ahora amenaza a su exmujer justo después de que aparecen juntos en público...

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Tras de ti
Mystery / ThrillerElla tiene un objetivo: ir tras él. ¿Pero qué pasa cuando la leona empieza a compadecerse de su presa y comienza a verlo con otros ojos? Él, un político que está a punto de ascender junto a su partido, sin imaginarse que, a ciegas, le ha abierto las...