Capítulo 2

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JungKook

    El grito de una sirena de policía me devolvió a la vida. Echar un polvo en una habitación de la primera planta tenía sus ventajas, como que el ruido de la calle siempre te llegaba y así no te puedes quedar dormido. Es lo que me pasa después de una noche de pelea y sexo, que acabo derrotado sin remedio. Miré hacia el otro lado de la cama. Había una chica allí, pero no recordaba con cuál de las dos me había quedado. Qué más da, el trabajo ya estaba hecho. Me levanté de la cama y caminé hasta el baño, eso sí, me acordé de recoger los preservativos antes de salir de la habitación. Conté dos. Bien, estaban todos. ¿Que por qué me los llevaba? Porque no quería que me ocurriera como a ese tenista, Boris Becker. Una noche de juerga y la tipa se lleva los preservativos. Unos meses después llegó al mundo un hijo que el padre no deseaba y que le costó más de cinco millones. Y no, no es que fuera un paranoico, es que pillé a una chica intentando hacer lo mismo. ¿Para qué mierda querría ella llevarse los preservativos usados y, sobre todo, meterlos en un pequeño recipiente con hielo seco que llevaba en su bolso? Desde ese día, me deshago personalmente de los preservativos por el retrete y me niego a acostarme con mujeres con bolsos grandes.

    Tiré de la cadena después de mear y vi al agua arrastrar a mis pequeños hijos no nacidos. Adiós, chicos. Cuando el agua se detuvo, revisé que no se quedaba nada flotando. Bien, al menos eran unos buenos nadadores. Me volví a la habitación y recogí mi ropa con bastante ruido porque quería que se despertara. Si no lo conseguía, siempre me quedaba el socorrido zarandeo de hombro. Pero esa vez mis constantes prácticas habían dado su fruto.

    —¿Qué hora es?

    —Las tres de la mañana. Me tengo que ir.

    —¿Esta no es tu habitación?

    —No, pagué solo por esta noche. Puedes quedarte si quieres.

    La chica asintió. No necesitaba explicarle más, había sido solo un poco de sexo consentido entre adultos, nada más. La vi mirándome fijamente, sopesando si decirme lo que estaba pensando o no. Por experiencia, era mejor que no lo dijese, aunque no soy de los que mienten. «¿Me llamarás?». YoonGi me dijo que la mentira dolía durante más tiempo que la verdad, por eso pasé de un «puede», a un «no creo». Lo primero da falsas esperanzas, que luego se vuelven rabia y decepción cuando la llamada no llega. Lo segundo, duele en el primer momento, e incluso puede golpear su autoestima, pero duele durante algunos días menos. Así que, sencillamente, las miro, les dedico una sonrisa y que ellas se respondan a sí mismas. Con el tiempo, había perfeccionado esa sonrisa. No era ni demasiado alegre, ni demasiado cínica. Parecía algo casi indolente.

    Menos mal que esta vez ella no preguntó y yo no me quedé esperando a que se armara de valor para hacer la pregunta. Salí de la habitación y caminé directo a las áreas de personal. A estas horas la repostería estaría saliendo recién hecha de los hornos y me moría por un buen par de croissant calentitos.

    —Señor Min.

    Miré a mi espalda y vi acercarse a uno de los chicos de seguridad del turno de noche. Llevaba algo dentro de una bolsa y me pregunté qué sería.

    —Dime, Clark.

    Menos mal que llevaban su nombre en una chapa identificativa, si no, sería imposible conocerlos a todos. ¿Cuánto personal había en este puñetero edificio? ¿Cien personas? ¿Más? Le preguntaría a Bobby, él sabía todas estas cosas.

    —Encontramos esto en uno de los baños de la planta baja. ¿Podría pertenecer al doncel que busca?

    Tomé la bolsa y estudié el contenido. Parecía ser una peluca rubia, de esas de mala calidad que se puede comprar en cualquier sitio. Eché mano de mi memoria. Sí, el color podría coincidir.

    —Envienla a la central de control. Quiero que la revisen.

    —Sí, señor.

    Seguí caminando hacia las cocinas, pero ya no pensaba en bollos franceses, sino en otro tipo de tentaciones.



YoonGi


    Cerré la puerta de la habitación con cuidado porque no quería despertar a JiMin. Madrugar era algo que tenía que hacer, pero no lo obligaría a hacerlo conmigo. Desde que habíamos vuelto de nuestra luna de miel, mi esposo se había convertido en una marmota. El doctor Pavel había dicho que era normal en el embarazo y yo confiaba en él, JiMin confiaba en él. ¿Cómo no hacerlo? Me pareció agradable, y trataba a mi esposo con mucho cuidado. El que viniese muy recomendado también fue decisivo. Lo mejor para mis tesoros. Que tuviese cerca de 40 y que fuese guapo —según mi hermana—, no me había molestado, no. JiMin-ah y mi bebé estaban por encima de mis miedos irracionales. Mentira, seguía molestándome que otros hombres lo miraran con deseo, pero confiaba en él, y en lo que teníamos.

    —¿De vuelta al trabajo? —Me giré para encontrarme con mi madre. Y aunque la quería con locura y estaba disfrutando de estar con ellos, estaba loco por mudarnos de una vez a nuestra nueva casa, nuestra casa.

    —Pasaré por la oficina, sí. Pero también quiero ver cómo van las obras en la casa nueva.

    —JiMin-ah me enseñó las fotos que tomó ayer. ¿Cuándo van a ir a comprar los muebles?

    —Sé que no puedo demorarlo mucho, pero ahora no tengo tiempo.

    —Podemos ir solos, ¿sabes?

   
    —Eso estaría genial. Pero ¿les importaría aplazarlo para mañana? Me gustaría encontrar a alguien más para que les acompañe.

    —No hay problema. Siempre podemos hacer una selección previa por internet.

    —Gracias, mamá. Cuida de mi chico.

    —Sabes que lo haré.

    Salí de allí tranquilo, porque mi madre cuidaría de mi esposo. Y porque mamá no era EunHa. Miedo me daban ellas dos juntas con mi JiMin-ah. Pero tarde o temprano iba a ocurrir y tenía que estar preparado para ello. Primer paso, ver cómo habían ido las cosas mientras no había estado por aquí. Segundo paso, encontrar refuerzos para el equipo de escoltas de JiMin.




Bobby


    Aquel era de esos días en los que me gustaba mi trabajo. Controlar toda la seguridad del hotel y el casino, además de los otros negocios, era algo casi rutinario y monótono. Casi. Gracias al casino tenía un poco de emoción desde anoche. Con Bloom… Bueno, teníamos unas cuantas alarmas listas para saltar en cuanto se moviera, cosa que todavía no había hecho, pero estaba seguro de que no era bueno tanto silencio; algo tramaba la comadreja esa. Al boxeador ese que nos había dado tantos problemas también lo tenía controlado. Con lo de acondicionar la nueva casa del jefe había estado ocupado durante las últimas semanas, pero el trabajo ya estaba listo. También había preparado la lista de guardaespaldas donceles para el esposo del jefe, como me pidió. Y estaba sonriendo porque tenía alguna sorpresa en ese dossier de candidatos. Todo estaba terminado y listo, así que retomar la cacería del Fantasma era el nuevo reto que necesitaba y, gracias a JK, habíamos avanzado mucho.






Min's Family (KT) 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora