CAPITULO 23

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JungKook

Ver a TaeHyung abrazando a su madre, me hizo crecer como dos metros. Y odiaba interrumpirlos, pero teníamos que seguir con el plan. Nada había ocurrido en el hotel-casino y teníamos que reflejar esa normalidad.

—TaeHyung, debemos regresar al torneo. —TaeHyung me miró, pero no soltó a su madre. Le dio un fuerte apretón y asintió.

—Ahora tengo que irme, mamá. Ellos cuidarán de ti hasta que regrese.

—Te quiero, cariño.

—Y yo a ti, mamá. —Si fuera un hombre sensible, aquella escena habría hecho mi corazón natillas, pero no lo era. Cogí la mano de TaeHyung y empecé a llevarlo lejos de la zona de seguridad.

—¿Estás listo?

—Ahora sí. —Odiaba que tuviera que hacer aquello, pero no solo era necesario, sino que el dinero del premio le ofrecería una libertad que no había tenido hasta entonces. Si yo estuviese en su lugar, ganaría ese maldito premio, cogería mi dinero y a mi madre y buscaría un lugar seguro para ambos, seguramente fuera del país. Si era inteligente, TaeHyung haría precisamente eso, y él lo era.




YoonGi

Bang estaba parado a mi derecha, con los brazos cruzados, sin decir nada. Tampoco había mucho que decir. Me tocaba a mí decidir qué hacer con aquellos cinco tipos que estaban delante de nosotros. Si por Christopher fuera, tendríamos cinco dedos sobre la mesa, pues tenía un extraño método para hacer que los que se metían con los suyos quedaran marcados, una parte del castigo que llegaba después. Si vas a Chicago y ves a un tipo no asiático al que le falta el dedo meñique de la mano derecha, es muy probable que no lo haya perdido por accidente y que Christopher tuviera algo que ver con ello.

—¿Qué vas a hacer? —Sí, esa era una buena pregunta. Primero estaba el caso de que una familia de Atlantic City se había metido en nuestro territorio y, además, amenazado a un Min. Eso no podía perdonarse. Si fuesen de Las Vegas, sería la guerra, pero había que tener varias perspectivas de aquel asunto. Primero, tenía que asegurarme de que Benny había estado trabajando a espaldas a su tío. De ser así, me cobraría el favor de devolverle a su sobrino de una pieza. De lo contrario... Cogí mi teléfono y localicé el número que Bobby me había facilitado.

—Voy a hacer una llamada y me gustaría que estuvieses presente. —Christopher asintió y caminó conmigo al pequeño despacho de la fábrica semiabandonada. Pulsé la tecla y esperé a que la señal de llamada diera paso a la voz de Carlo Corsetty.

—¿Quién es?

—Señor Corsetty, soy Min YoonGi. Tengo algo que le pertenece.

—¿Min? ¿De Las Vegas?

—Correcto.

—A mí no se me ha perdido nada en... Espera, ¿de qué estamos hablando?

—Su sobrino ha estado causando problemas en uno de nuestros hoteles.

—¿Benny? ¿Benny ha estado por ahí?

—Benny aún está aquí, Corsetty. Él y sus hombres están a punto de pagar por sus, llamémoslo, ofensas hacia mi familia.

—Si ha metido las narices donde no debía, es justo que le den un escarmiento.

—El caso, Corsetty, es que ha hecho algo más que meter sus narices. Que intentara sabotear nuestro torneo de póker es el menor de sus problemas.

—¿Qué ha hecho esta vez?

—Ha atentado contra alguien de mi familia y ha pretendido secuestrar a uno de nuestros empleados, que, casualmente, es el chico de mi hermano pequeño.

—¡Joder!

—He tenido que convencerlo para que no le rompiera la espalda. Yo no soy de los que aprueba la violencia a sangre fría, pero he estado tentado de dejarle hacer lo que quería.

—Entiendo.

—Ahora bien, por deferencia a su familia, y evitar una guerra de punta a punta del país, he sopesado la posibilidad de devolverle a su chico de una pieza. Sobre todo, porque no creo que sea correcto que su familia pague por los errores de un niño descerebrado en el cuerpo de un hombre.

—Pienso lo mismo.

—Entonces, había pensado enviar a su problema con un amigo de la familia, más que nada para garantizar que le sea devuelto.

—Lo agradecería.

—Espero más que un agradecimiento, Corsetty, pero ya tendremos tiempo de hablar de eso en otro momento.

—Por supuesto.

—Dejaré a su sobrino en las manos del señor Bang para que se lo entregue.

—¿Bang, de la mafia irlandesa de Chicago?

—Sí, señor Corsetty, creo que entiende la necesidad de que las familias se lleven bien. Y los Min mantienen buenas relaciones con Bang.

—Sí, comprendo.

—Bien, entonces le enviaremos a su chico. Sobre el resto de sus hombres, los dejaré en manos de Bang, él decidirá qué hacer con ellos. Y, señor Corsetty, a su chico le daremos un pequeño correctivo. Más que nada, para recordarle contra quién no debe levantar la mano.

—Entendido. —Colgué y vi la media sonrisa de Christopher.

—Así que nuestras familias se llevan bien.

—Le rompiste un par de costillas a NamJoon, eso te hace amigo de la familia.

—Cómo echo en falta los viejos tiempos.

—Berkeley, quién volviera a tener diecinueve.

—No jodas. —Sí, le entendía. Mis diecinueve eran sus veintiuno. Fue por entonces cuando perdió a toda su familia, parte a manos de su tío, al que él mató después. Los Min estuvimos allí porque... Eso es otra historia.

—¿Qué vas a hacer con ellos?

—Bueno, no han intentado nada directamente contra los míos, así que seré suave.

—Haz lo que quieras, pero Benny es de JK.

—Eso pensaba.




TaeHyung

Entré en aquella sala y ocupé mi puesto como si nada hubiese ocurrido, porque nadie debía saber que había pasado en realidad. Secretos, eso alimentaba la fama de los Min, ahora lo entendía. Los rumores podían crear problemas, pero si no había nadie para confirmarlos, solo eran material para inflar la imagen de los Min. Yo sabía bien lo que era guardar secretos, no iba a ser un problema para mí ocultar este.

Miré a mí alrededor, a los cinco jugadores contra los que debía pelear por el premio. Los nervios hacía tiempo que se habían ido y no tenía encima la presión de las etapas anteriores. Ganara o perdiera, mi vida iba a ser diferente. Tenía un trabajo y a mi madre, y podía dejar de preocuparme por Benny. JK había dicho que se iba a encargar de que dejara de ser un problema, y confiaba en él. Sabía que iba a hacer algo fuera de la ley, algo relacionado con el dolor, pero no me importaba, porque hay una ley no escrita que debe cumplirse y con la que estoy totalmente de acuerdo: el dolor se paga con dolor.

El croupier empezó a repartir las cartas y yo me preparé para jugar. Ese era mi momento, ahí estaba la puerta a mi independencia.

Min's Family (KT) 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora