CAPITULO 53

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JungKook

¿Nervioso? Más bien excitado, impaciente. Una pelea siempre sería una pelea, pero esta... Llevaba casi una hora en la misma postura, acostado en la cama junto a TaeHyung, mirando embobado el aire que entraba y salía de su boca. Estaba aún dormido y no iba a despertarlo. Contemplarlo me daba una tranquilidad reconfortante. La medicación hacía que durmiera como un perezoso y yo era un cabrón acosador que disfrutaba viéndolo dormir. Sabía que tendría muchos de esos momentos desde que le pedí que se casara conmigo, pero eso no quería decir que toda una vida fuera suficiente.

Quién lo iba a decir hace tan solo unos meses. Yo era el más sólido candidato al mayor soltero picaflor de la próxima década y allí estaba, perdiendo la cordura por una sola persona ¿Cómo había hecho para meterse tan dentro de mi alma? No lo sabía, pero no iba a hacerlo salir de allí. TaeHyung era un maldito premio que nunca había perseguido, pero que me cortaran un brazo antes de cederlo a quien lo mereciera. Él ahora era mío y no lo iba a soltar.

Recuerdo una vez que hablé con NamJoon sobre donceles y le pregunté por qué

había decidido quedarse con Leo, en vez de hacer como yo y buscar una nueva cada vez que me picaba el gusanillo. Él me dijo que en una caja de bombones siempre había uno que te gustaba más que los demás, y que incluso había veces en que solo querías comerte ese y no el resto. Yo le dije que eso no servía para un amante del chocolate como yo, porque querría comerme la maldita caja entera. Pero ahora sé que he encontrado mi bombón, el que saciará mi hambre y hará que prefiera recordar su sabor, antes que mancillar su recuerdo con otro trozo de chocolate. ¡Agh! Me estaba volviendo un llorón y romántico.

Los ojos de TaeHyung parpadearon y se abrieron para mí. ¡A la mierda los llorones! Si no estuviera convaleciente, en estos momentos estaría enterrado profundamente en él dándole el primer orgasmo del día.

—Buenos días, Sweety.

—Primero bésame, luego serán buenos días. —¿Aliento mañanero? ¡Es su boca! Los diamantes no dejan de ser diamantes, aunque estén encima de una mujer fea, vieja y arrugada. Sí, eso no suena bien, pero TaeHyung es el diamante, que quede claro.

—¿Nervioso?

—No.

—No eres un tipo tan duro, a mí no me engañas.

—Tienes razón, estoy a punto de colapsar, pero... me han dicho que hay unas cuantas maneras de mandar los nervios lejos. —Sentí sus brazos enredarse en mi cuello y una sonrisa traviesa formándose en mi cara. ¡Joder! No solo pillaba las cosas al vuelo, sino que estábamos en la misma onda.

—También lo recomiendan para la recuperación física, ya sabes, por eso de hacer bombear la sangre.

—Te quiero.

—Lo sé. —Me estiré para alcanzar el cajón de la mesita a mi derecha, saqué un preservativo y me coloqué entre sus piernas con precaución.

—Voy a tener cuidado.

—¿Vas a ser mimoso?

—Oh, sí, muy mimoso. —Y lo fui. Lo hice despacio, calmado, como si tuviese todo el tiempo del mundo, como si él estuviese hecho de nubes. Iba a sacarle todo el azúcar a lametazos. Podría no ser el bombón más llamativo de la caja, pero definitivamente era el mío.



NamJoon

A veces basta con decir pocas palabras para evitar mentir, o simplemente no decir ninguna. Así conseguí que Leo caminara a mi lado por los pasillos de la clínica. Solo un «necesito que me acompañes» y estuvo listo en un tiempo récord. Sí, esa no era su clínica habitual, allí no estaba su médico, pero para lo que tenía en mente, no era necesario. Caminé con las manos metidas en los bolsillos y el brazo de Leo bien anclado a mi brazo.

Me anuncié a la recepcionista y ella enseguida nos indicó la sala donde nos esperaban. La enfermera estaba esperando en la puerta cuando llegamos, con esa profesional sonrisa en su cara. Dijo mi nombre y sujeté el brazo de Leo para que entrara conmigo. Me senté en la camilla y lo sujeté bien fuerte para que se sentara a mi lado.

—Buenos días, señor Min.

—Buenos días, doctor Arnú.

—¿Están listos?

—Por supuesto. —Miré a Leo y le sonreí.

—Bien, entonces será mejor que usted pase a la otra sala, mientras realizamos el reconocimiento a su marido. —La confusión de Leo estaba mezclada con la alegría. No sabía a qué demonios venía aquello, pero cuando el doctor lo llamó mi marido, sus ojos se llenaron de estrellitas. Toqué su mano con suavidad y me levanté de la camilla—. Terminaremos pronto. —El doctor asintió con una sonrisa y yo abandoné la sala. No hacía falta que me quedara para saber de qué hablarían. El doctor tenía órdenes de hacerle un examen completo y era un ginecólogo, así que sería tremendamente exhaustivo en su búsqueda.

La enfermera me acompañó al despacho del doctor, donde él no tardó en llegar y sentarse frente a mí.

—¿Cuánto tardarán en estar los resultados?

—Usted pidió que fueran rápidos, así que tendrá un adelanto esta misma tarde. En un par de días estará el resto.

—Bien. Tienen mi dirección de correo electrónico, los quiero lo antes posible.

—Sí, señor Min. Si él pregunta...

—Yo soy el que paga, no lo olvide.

—Sí, señor. —El médico salió del despacho y fue a cumplir con su trabajo. Una suerte que fuera un mal apostador, porque la ética médica podía desaparecer al tiempo que una de sus deudas.

Una hora después, Leo estaba caminando de nuevo a mi lado, tratando de ocultar una extraña sonrisa en su cara. Soy un maldito cabrón, lo sé, pero él ya sabía con quién se metía y, sobre todo, sabía que no se juega con un Min, porque perderás seguro.

Min's Family (KT) 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora