CAPITULO 25

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NamJoon

—¿Ya te vas? —Christopher Bang se giró hacia mí y me sonrió. Sí, era de los pocos que conseguía que lo hiciera. Christopher no tenía muchos motivos para sonreír.

—Sí. Aprecio la hospitalidad de Las Vegas, pero tengo trabajo que hacer.

—Pensé que disfrutarías un poco más de la chica de tu habitación.

—Guapa, con curvas y experiencia. Lo que necesitaba. Pero no tengo tiempo para seguir jugando.

—Ya, y tú tampoco repites mucho.

—Si la mercancía vale la pena, sí que repito.

—Ya. ¿Volveré a verte pronto?

—Pásate un día por Chicago y nos pondremos al día.

—Echo en falta nuestras noches de chicos.

—Sí, yo también. Pero es el precio que hay que pagar cuando uno madura.

—No, son las responsabilidades.

—Eso también. Tómate unos días y pásate por Chicago. Tengo una botella de whisky de treinta años que está esperándote.

—Lo intentaré.

—Parafraseando a Yoda: «hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes». — Dejé que su sonrisa me contagiara mientras lo observaba subir al SUV que lo esperaba.

—Entonces lo haré.

—No tardes mucho. —No esperé a que el coche se fuera. Entré en el casino y caminé hacia el aparcamiento subterráneo. El día para mí empezaría en unas horas, pero no tenía muchas ganas de ir al trabajo. Volvería a casa y después de dormir unas horas, dejaría que Leo me diera un buen momento. Incluso podría pedírselo ahora.

Llegué a casa y al ir a marcar el código de seguridad en el teclado de la alarma me di cuenta de que estaba desconectada y eso no me gustó nada. Vigilé cada paso que di hasta llegar a mi despacho. Revisé que no había nadie y activé el cierre de seguridad. Las pantallas empezaron a emerger de sus escondites, mostrando lo que captaban las cámaras de seguridad. La casa estaba vacía. Ni siquiera estaba Leo. Oí el aviso de que abrían la puerta principal y vi cómo entraba una silueta menuda. Conocía esos zapatos de tacón, era él. Hablaba por teléfono, su voz dulce y clara, pero no lo suficientemente alta como para que lo oyera. Lo seguí mientras se dirigía a nuestra habitación, se desnudaba y se ponía un babydoll de encaje rojo. Se metió en la cama y apagó las luces. Había algo raro en aquello. Al entrar había activado la alarma y no tenía ni chaqueta ni chal por encima, y eso que siempre llevaba algo que le cubriera la garganta porque decía que se resfriaba con facilidad.

La única razón para no hacerlo es que no hubiese salido a la calle. Pero si no venía de la calle, ¿de dónde? Me acomodé mejor en el asiento, tomé la grabación de hacía unos minutos y la rebobiné. Subí el sonido hasta poder escuchar lo que decía. «Ya he llegado... No, todavía no... Ya te dije que hoy pasaría la noche fuera, me lo dijo él». Sí, yo se lo dije. ¿Pero con quién estaba hablando? «Sí, te avisaré cuando vuelva a ocurrir... Te mandaré un mensaje, como siempre... Sí, adiós».

Y ahí estaba, la traición. Había una cosa que soportaba peor que la mentira: la traición. Y la mayoría de las veces, ambas iban juntas. Me pasé la mano por el pelo y froté mis cansados ojos. ¿Sorprendido? No, porque salvo por mi familia, no me fiaba de nadie y acababan de demostrarme que no estaba equivocado. Por la mañana tendría que hablar con YoonGi, pues necesitaba que Bobby revisara las cámaras del edificio y el teléfono de Leo. Si había aprendido algo en mis años como abogado, es que, para condenar a alguien, se necesitaban pruebas, y yo las quería todas.




YoonGi

Abrí los ojos cuando la luz de la mañana entró en la habitación. Tenía a JiMin aún abrazado a mí, en la misma postura en que lo coloqué cuando llegué a casa tan solo unas horas antes. No había podido llegar a tiempo para acostarnos juntos, pero al menos estaba aquí para verlo despertar y eso tenía que servirme. Me estaba volviendo un blando sensiblero, pero me la sudaba. No tenía que demostrarle nada a nadie y estar con mi esposo compensaba cualquier chisme que circulara por ahí. Además, cuando se empezara a correr la voz de lo de Benny, la imagen que el mundo tenía de los Min se volvería aún más fuerte y oscura. La justicia Min, así lo llamaba Yuri, y estaba de acuerdo.

Me incliné para olerle el cabello a JiMin y lo acomodé un poquito más cerca. Quería ver sus ojos abrirse esta mañana y quería verla sonreír al verme.

Sí, ya lo he dicho, un blando sensiblero.





TaeHyung

Oí el agua de la ducha y supe que JK estaría dentro. La noche había estado genial, pero no por ello tenía más clara la decisión que quería tomar.

Existe una frase que todos los delincuentes dicen: «toma el dinero y corre». Yo estaba cansado de correr, así que esta tendría que ser la última vez que lo hiciese.

—¿Quieres que pida algo para desayunar? —No me había dado cuenta de que la ducha se había apagado, ni de que JK había terminado, hasta que habló mientras se dirigía a la cama para sentarse junto a mi cadera.

—Yo... me gustaría ir a ver a mi madre.

—Veré si está levantada. —Se levantó y cogió el teléfono. Lo escuché hablar mientras cogía algo de ropa del vestidor y después regresaba.

—¿Quieres desayunar con ella?

—Sí, eso sería estupendo.

—Iré a buscarla mientras te preparas.

—Gracias.

—No, TaeHyung, gracias a ti por confiar en mí.

—Me pusiste muy difícil el no hacerlo. —Se inclinó hacia mí, me besó en la frente y se vistió rápido. Estaba en la ducha cuando se fue de la habitación. El agua no despejó mis dudas, pero si acabé tomando una decisión. Hiciera lo que hiciera, tenía que estar de acuerdo con mi madre, porque ahora éramos dos en esta huida del pasado.

Cuando estiré la mano para tomar el gel, vi una silueta al otro lado del cristal de la ducha. Unos intensos ojos azules me miraban desde allí y yo no tuve miedo, porque, aunque parecía como si una fiera salvaje se fuese a abalanzar sobre mí, sabía que no me haría daño.

—JungKook.

—Olvidé... olvidé preguntarte qué querías para desayunar.

—A ti. —¿Yo dije eso? Debí hacerlo, porque JungKook abrió la puerta de la ducha y se metió vestido bajo la lluvia de agua para besarme y apretarme contra su cuerpo. Sabía que había algo importante que ambos debíamos hacer, pero me dio igual. Fuera lo que fuera podía esperar.





Kim

—Ya no trabajo para el FBI, Bloom. Así que no sé para qué me llamas.

—Ahora estás en una posición privilegiada, Kim. Entraste en la guarida del dragón.

—Tengo un nuevo trabajo, eso es todo.

—Trabajas para Min YoonGi, SeokJin, al menos podrías ser un poco más colaborativo.

—¿Ahora soy SeokJin? Vaya, antes no tenías esa familiaridad conmigo, Bloom.

—Escúchame, voy a acabar con esa familia, tengo los medios y que estés tú no es indispensable. Pero te advierto, Kim, cuando todo esto estalle no querrás estar de su lado, te lo aseguro.

Min's Family (KT) 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora