CAPITULO 40

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YoonGi

—¿Quieres estarte quieto? Solo lo están reconociendo. —Sí, ya. Eso era fácil de decir, pero el que estaba dentro de esa sala eran mi JiMin y nuestra pequeña. Si algo les pasaba...

—Ahí sale el médico. —El médico reculó cuando me vio o, mejor dicho, nos vio saltar sobre él como una manada de lobos sobre una oveja. Eso era una de las cosas de ser un Min éramos una jodida piña. En cuanto Sam me llamó, puse el modo turbo hacia el hospital. Casi llegamos al mismo tiempo, lo justo para que fuese yo el que sentara a JiMin en la silla de ruedas. Estuve a su lado hasta que esa enfermera estirada me mandó salir de la habitación. Más le valía haber tratado con cuidado a mi JiMin-ah, porque si no podía irse

buscando otro trabajo bien lejos de la ciudad.

—¿Cómo se encuentra?

—¿Son todos familiares?

—Yo soy su marido, este es mi hermano, mi madre y mi hermana.

—Y yo soy su padrastro. —Puntualizó Sam. Sí, sabía que la madre de JiMin y él habían intimado, pero oírle decir eso confirmaba la seriedad de su relación.

—Eh, bien. He revisado a su... esposo. —Me miró directamente al decirlo —. Y he advertido que tiene la tensión bastante baja. Normalmente en los embarazados ocurre todo lo contrario, que la tensión se dispara. Al señor Min le ha pasado lo contrario. Su tensión es ya de por sí baja y tuvo un episodio que la bajó más, de ahí el mareo. No es que necesite un tratamiento específico, pero hay que vigilar esa tensión. De momento que esté bien hidratado, que no haga esfuerzos y que evite estar parado de pie mucho rato. Caminar sí, parado no. Es decir, nada de colas a menos que esté sentado. Traten de que no sufra cambios drásticos que puedan alterar su presión arterial y así mantendremos su tensión estable.

—Entendido. ¿Podemos llevarlo a casa?

—Puede pasar para ayudarle a vestirse y les traeré el informe de alta. — Antes de que terminara la frase ya estaba abriendo la puerta de la habitación.

JiMin estaba atándose la camisa y aunque en otra ocasión aquello me hubiera parecido sexy, ahora estaba más preocupado por su estado.

—¿Te sientes mejor?

—He tomado un zumo y me ha venido bien. El doctor dice que si me vuelve a pasar esto tome uno lo antes posible, porque el azúcar me reanimará.

—Le diré a Sam que prepare una reserva para llevarla siempre encima.

—Puedo llevar un zumo en el bolso, YoonGi.

—Y Sam también, así que no discutas.

—No he discutido. —Lo envolví en mis brazos y apoyé mi frente sobre la suya. Esperaba que estas cosas no ocurrieran muy a menudo, porque me dejaban totalmente agotado.

¡Maldita sea! Tenía que empezar a tomar más vitaminas porque si esto me hacía mi hija aún dentro de su madre, que no me pase nada cuando salga de ahí.

—Terminemos de vestirte para llevarte a casa.

—Vale. —Me agaché para tomar sus zapatos y ponérselos. Cuando miré hacia arriba, su rostro parecía tan frágil... Tenía la piel más pálida, algo de ojeras bajo los ojos, todo ello resultado de los vómitos y esa tensión baja.

Antes admiraba a los gestantes por tener la fuerza necesaria para traer al mundo

a nuestros hijos, pero ahora estaba empezando a entender que no era solo soltar un trozo de más de tres kilos de carne gritona por un agujero del tamaño de un limón. Era asumir que tu cuerpo iba a cambiar durante 9 meses, dejar que esos cambios te vapulearan a conciencia, y aun así estar feliz de ello. Me levanté y lo besé, porque él era el verdaderamente fuerte.

—¿Nos vamos?

—Sí. —Cuando abrí la puerta, NamJoon tenía el informe del médico en la mano mientras asentía ante sus últimas indicaciones. Seguro que se puso todo «te puedo demandar» para evitar que el médico nos interrumpiera. Detrás de ellos dos, un tropel de gente empezó a caminar hacia nosotros. ¿Sala de espera? Para qué cuando había un buen pasillo. Noté que Sam tenía abrazado a la madre de JiMin, que seguro llegó mientras estábamos dentro.

—¿Estás bien, cariño?

—Sí, mamá. Un bajón de tensión, solo eso.

—Tienes que cuidarte, cariño.

—De eso nos encargaremos todos, ¿verdad Sam?

—Verdad. —Tendría que darle las nuevas instrucciones en cuanto los chicos estuvieran ausentes, porque no quería preocupar a ninguno de los dos.

Sí, iba a ser un exagerado, pero estábamos hablando de mis chicos y con ellos

nunca nada sería demasiado.




JungKook

Después del susto de JiMin no tenía muchas ganas de volver al entrenamiento. Aunque de todas formas ya casi había terminado cuando recibí el aviso. No llamé a TaeHyung, así que cuando lo recogiese en el trabajo tendría que decirle lo que había ocurrido. Al final todo se quedó en un pequeño susto, pero YoonGi no veía eso. No sé cómo de normal podía ser eso de la tensión en una persona embarazada, pero si algo teníamos todos claro era que no íbamos a alterar a mi cuñado. JiMin era una persona fuerte, así que verlo tan vulnerable le hacía a uno el corazón pedazos.

Salí del aparcamiento del Crystals y subí a la zona de las oficinas para recoger a TaeHyung. Al encontrarme entre la gente del centro comercial me di cuenta de que no iba realmente bien vestido para la ocasión. El Crystals era para gente con dinero y, en aquel momento, yo vestía la ropa menos apropiada para estar allí. Pantalones de deporte gastados, deportivas viejas, una sudadera deslucida... y mi físico tampoco ayudaba con esa ropa. Gritaba problemas por cada poro de mi piel. Menos mal que me conocían los chicos de seguridad del edificio, si no, ya estaría siendo expulsado.

—¡Eh, chico! ¿Querrías ganarte unos dólares? —Miré al tipo y no le presté mucha más atención.

—No, gracias. Estoy bien.

—Robarle a alguien aquí dentro no es buena idea. Si necesitas dinero rápido, yo podría ayudarte.

—No estoy interesado.

—Bueno, si cambias de idea, aquí tienes mi número. —Cogí la pequeña tarjeta y la metí en uno de mis bolsillos para que me dejara en paz. Y funcionó, porque el tipo se fue sonriendo. No me engañaba. Bajo su apariencia de tipo rico, había un carroñero en busca de presa. ¿Qué se pensaba, que tenía un chico nuevo con el que jugar? Conmigo ni de coña, me gustaba ser yo quien escogía, y en ese momento ya había uno en mi mente.

Vi a TaeHyung caminando por el fondo del pasillo y todo lo demás dejó de importar. Caminé hacia él y lo aferré por ese suculento trasero para apretarlo a mi necesitado cuerpo. Besé su boca con ganas, quizás porque había pasado demasiado tiempo desde la última vez.

—Hola, Sweety.

—Hola. Creí que te ibas a poner guapo para llevarme al circo. —¡Oh, mierda, lo olvidé! Miré el reloj, si quería llegar a tiempo no podía regresar a casa a cambiarme. Las entradas estaban en el coche, pero... Miré a mi alrededor. Sí, tenía todo lo que necesitaba a mi alcance.

—Vamos a solucionarlo. —Lo arrastré de la mano a una de las tiendas en las que solía comprar mis jeans. Entré dentro y en menos de diez minutos tenía sobre mi piel unos pantalones y una camisa más acorde con mi imagen. Las deportivas viejas, las cambié por unos zapatos elegantes. Cuando salí del probador con mi nuevo atuendo, TaeHyung se relamió los labios inconscientemente.

¿Sería pecado si llegábamos un poquito tarde? No, mejor le daría su día de circo y, después, como decía Freddie Mercury «the show must go on», el show debe continuar, pero sería en mi casa.

Min's Family (KT) 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora