CAPITULO 45

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JungKook

¿Cabreado? Mucho. Había una pelea programada para el viernes por la noche y alguien había metido mi nombre en ella. Y yo no había sido. ¿Ir? No, no iba a hacerlo y no solo porque había decidido no meterme en ninguna pelea antes de la de Rocky, sino porque tenía planes. Primero, había quedado con mi chico para llevarlo al Cirque du Soleil. Era nuestro pequeño ritual de las últimas semanas, la cuarta para ser exactos. Y, segundo, tenía que estar precisamente en un lugar público, porque nada tenía que relacionarnos con la bienvenida a Rocky Bellami. NamJoon había sido tajante. Era delito y, por consiguiente, debíamos estar no solo lo más alejados, sino tener coartadas totalmente sólidas. Una tontería, lo sé, pero él quería mantenernos lo más al margen posible, por eso nuestra liebre iba a ser alguien virgen, alguien sin marcar.

Así que no iba a ir a una pelea, que, al ser ilegal, era una mala coartada. Volviendo a lo de mi cabreo, el motivo tras él no era el que me hubiesen incluido en esa pelea, sino quién había sido. Fredo. El tipo se había comprometido a llevarme allí, sin mi conocimiento y mucho menos mi consentimiento. ¿Que cómo me enteré? Pues por mensaje, como todos los contrincantes. Se les envía un mensaje indicándoles el lugar de la pelea y la hora, y el mío había llegado hacía quince minutos. Cuando llamé al organizador para aclarar el error resultó que no lo era, mi «amigo» había confirmado mi asistencia. Había encontrado a Fredo por ese maldito localizador que le habíamos puesto encima y hacia allí me dirigía. Estaba sentado en una mesa exterior de una cafetería, muy atento a los mensajes de su teléfono.

—¿Por qué lo has hecho?

—JK, hermano. Iba a llamarte en unos minutos.

—No has contestado.

—¿A qué te refieres?

—A lo de la pelea.

—Ah, eso. Pensé que quizás al final te animarías a ir. Ya sabes, después de estar con tu chico.

—Te dije que no iba a pelear en una temporada, Fredo.

—Ya, pensé que esa temporada ya había pasado. De todas maneras, es contra King Kong, JK. El tipo lleva unas semanas alardeando de que te destrozará en el primer asalto. —Mi vanidad, el tipo sabía qué pieza tocar para hacerme caer, pero eso era antes, cuando ese era el papel que debía interpretar, ahora tenía otro.

—No voy a ir Fredo, tengo planes. Así que llama y cancela. O mejor, lo haré yo.

—Eso no es bueno para mi reputación, pero lo haré si es lo que quieres.

—Hazlo. Es más, olvídate de mí, búscate otro por el que apostar porque no voy a volver a hacerlo.

—De acuerdo. —Me giré y lo dejé allí. Puede que quitármelo de encima alterase los planes de YoonGi, pero Min JK nunca dejaría pasar algo así por alto sin cabrearse y se suponía que debíamos actuar con normalidad. ¿Drástico? Quizás, pero no iba a retractarme.




BamBam

Tenía la imagen del tipo en mi teléfono y la señal de que ya estaba desembarcando había llegado hacía un minuto. Me puse en mi puesto y acomodé todo el material con normalidad, como si todo lo que estaba preparando en mi puesto fuera lo habitual. Si algo había aprendido, era que si tú hacías algo como si fuera lo más normal del mundo, la gente tendía no solo a creer que lo era, sino a no prestarte ni un poco de atención. Tener todo metido bajo el mostrador era fácil, hacer que el tipo no se diera cuenta de lo que estaba haciendo, no tanto. Abrí el laptop y preparé la conexión inalámbrica del pad. En otras palabras, tenía una tableta digitalizadora, de esas que parecían una tabla de plástico, sobre la que normalmente se dibujaba con un lápiz especial, de esos de punta de plástico, y ese dibujo aparecía sobre el monitor del portátil, donde un programa recogía y mostraba la información, además de guardarla en un fichero. También tenía el clonador de teléfonos bien adherido bajo la superficie del mostrador. Ahora solo faltaba que el tipo llegara y haría la jugada. Y como si lo hubiese convocado con la mente, allí estaba llegando. Estiré el chaleco de mi uniforme y puse esa sonrisa de bienvenida que todos los recepcionistas de hotel ponían en su cara cuando llegaba un nuevo cliente.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?

—Mi maleta no estaba en la cinta del equipaje.

—Trataré de encontrarla. ¿Me deja su tarjeta de embarque? —El tipo empezó a sacar cosas de sus bolsillos, hasta localizar el resguardo de papel, lo tomé y empecé a teclear en el ordenador, o, mejor dicho, en el portátil, inicializando el programa de clonación del móvil.

Distraídamente desplacé el receptor, hasta dejarlo justo debajo del teléfono que el tipo dejó sobre el mostrador. Sí, un aparato de esos sí que era un incordio en el bolsillo. La pequeña barrita de «en proceso» apareció en la pantalla, mostrando el estado de la operación. Bien, primera parte en marcha. Cogí la tabla digitalizadora, sobre la que había acomodado los impresos de reclamación, la coloqué en un lugar alejado del teléfono, para que no lo moviera y al tiempo se sintiera cómodo escribiendo en ella.

—Necesito que rellene la hoja de reclamación. Aquí anote sus datos, aquí una breve descripción de su maleta y lo que llevaba dentro. Aquí abajo no olvide poner la fecha de hoy y su firma. Intentaré localizarla mientras tanto.

—Hay que joderse. —El tipo giró la tableta sobre el mostrador, pero no se fue a una de las sillas a sentarse. Sí, eso de poner a alguien detrás, esperando su turno, tenía ese efecto. Uno no se movía, hasta que lo suyo se había arreglado, más que nada para no volver a hacer cola para ser atendido. No necesitaba buscar la puñetera maleta del tipo, sabía perfectamente dónde estaba, porque uno de los hombres de los Min se había encargado de apartarla nada más ser descargada del avión. Aun así, mi vista estaba clavada en el monitor, donde cada letra que el tipo escribía quedaba impresa sobre la pantalla. Y al final, su firma. Bien.

—Ya está. ¿Y ahora qué?

—Le avisaremos al móvil en cuanto su maleta aparezca. Podrá pasar a recogerla, o se la enviaremos a su domicilio.

—A mi domicilio, lo he puesto ahí en el impreso.

—Bien. ¡Oh! Parece que está aquí, en el aeropuerto. Tan solo fue desviada a otra cinta transportadora. ¿Quiere esperar hasta que la localicemos o prefiere que se la enviemos?

—Envíenmela.

—De acuerdo. Pues ya está anotado. Espero disculpe nuestro fallo, señor.

—Sí, ya veremos. —El tipo recogió sus cosas de encima del mostrador y se alejó hacia la salida del aeropuerto. Activé la señal de trabajo hecho para que el auténtico responsable de las reclamaciones llegara en un par de minutos. Mientras tanto, le sonreí a la chica que estaba la siguiente en la cola.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle?

—¿Me darías tu número de teléfono, encanto? —Le sonreí y empecé a recoger el material bajo el mostrador. En menos de un minuto, todo estaba guardado en un maletín junto a mis pies. Y ahora, saldría de allí e iría directamente hacia el Crystals, donde Bobby estaba esperando el fruto de mi trabajo.

Min's Family (KT) 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora