CAPITULO 15

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JungKook

—¿Cómo van los registros? —le pregunté a Bobby.

—Quedan dos por hacerlo, pero todavía están en plazo.

—¿Cuántos se quedan en el hotel esta noche?

—Ciento veintiuno.

—¿TaeHyung?

—Lo registré a primera hora de la tarde, pero no lo he visto desde entonces.

—¿Cómo que no la has visto?

—Dijo que se iba a su habitación, así que supongo que está allí. —Asentí con la cabeza.

—Ocúpate de todo aquí, voy a comprobar que está bien.

—Ok, bwana.

—No tientes tú suerte. —Lo dejé con una sonrisa traviesa en la cara. Ese pequeño genio insolente no sabía realmente con quién estaba jugando.

¿Amigos? Puede, pero hay temas y momentos en que puede ser peligroso para su salud. Subí a la habitación de TaeHyung, sabía dónde estaba, porque yo mismo lo ubiqué allí.

Estaba lo bastante lejos del resto de participantes, como para que no se cruzara con ninguno de ellos. Incluso revisé a cada huésped de toda la maldita planta, la mayoría parejas.

Llamé a la puerta, por cortesía, más que nada, porque durante el torneo, llevaría una llave maestra en el bolsillo. Al poco llegó una voz desde el otro lado.

—¿Quién es?

—JK. —La puerta se abrió, y apareció un TaeHyung serio, e incluso algo ojeroso. Estaba claro que no había dormido demasiado bien.

—Deberías descansar un poco, tienes mala cara.

—Ya, eso cuéntaselo a mis nervios.

—Vas a destrozarlos, TaeHyung, lo sabes.

—No es eso lo que me preocupa.

—Quizás esto te tranquilice un poco. —Saqué un pequeño saquito del bolsillo y lo abrí. Dejé que la delicada joya cayese en la palma de mi mano bajo la curiosa mirada de TaeHyung.

—¿Sabes lo que es un botón del pánico?

—Lo aprietas y suena la alarma.

—Pues aquí lo tienes, junto con un pequeño GPS.

—Sabrás en cada momento dónde estoy. —Alcé el teléfono para que viera el punto rojo marcado en la pantalla.

—Te tendré cada maldito segundo. Tú solo tienes que llevarlo siempre puesto. Incluso puedes bañarte con él, es sumergible a cincuenta metros.

—¿Y qué exactamente debo apretar?

—La piedra negra, aquí. —Apreté la abultada superficie durante dos segundos y el teléfono empezó a vibrar y parpadear como un loco. Realicé la secuencia completa de desactivación y lo volví a poner en alerta.

—¿Lo ves? Estaré pegado a tu culo en menos de dos minutos.

—Un alivio.

—También puedo quedarme a dormir aquí, si lo prefieres.

—No, está bien así.

—Entonces, descansa. ¿Quieres que te pida un vaso de leche caliente?

—No, mami. Estaré bien.

—Nos vemos mañana entonces. Vendré a recogerte. —Salí de la habitación y se me borró la sonrisa. Mami, ¡yo no soy mami!





TaeHyung

—Tomen lugar en sus asientos. —Seguí la mirada de JK, que me indicó una mesa, la más alejada a la derecha. La del Cowboy estaba en el extremo opuesto y me senté en un lugar que le daba la espalda.

—Son ciento ochenta y nueve jugadores, repartidos en veintiún mesas. De cada una de ellas, solo podrán quedar dos jugadores, cuarenta y dos en total, que pasarán a la segunda ronda. Se repartirán en seis mesas de siete jugadores. Aquí podrán solicitar fondos extras por valor de 5 000 dólares. De cada una de estas mesas pasarán tres jugadores, quedando dieciocho para las rondas de mañana. Estos cuarenta y dos jugadores deberán permanecer en el hotel-casino, el resto podrá retirarse. Mañana jugarán en tres mesas, con seis jugadores en cada una, pasando dos jugadores de cada mesa. Los seis jugadores que queden jugarán la partida definitiva. El último jugador en pie recibirá el premio de tres millones de dólares. —Todos los participantes guardamos silencio, como si esperásemos el pistoletazo de salida. Entonces el croupier jefe dio la señal.

—Damas y caballeros, a jugar. —Miré a mí alrededor. Todos con ropa de distinto tipo, algunos con auriculares en sus oídos, otros con gafas, gorras o sombreros... Había unos pocos donceles, así que no era el único. El crupier empezó a repartir y me concentré en el juego. Era extraño cómo centrarme en las cartas podía hacer que todo lo que me rodeaba dejase de importar. Solo estábamos nosotros siete y el mazo de cartas del croupier. Me centré en no ser el primero en salir victorioso de mi mesa, por eso, cuando se cerraba una partida, levantaba la vista e inspeccionaba las otras mesas. Cuando dos de ellas se vaciaron, empecé a atacar sin piedad, era el momento de salir de allí.




YoonGi

Tenía a Bobby trabajando en la central, rastreando los patrones de juego en las nuevas cámaras de la sala. Y sí, había varios contadores de cartas, pero ninguno como el Cowboy y el chico de JK. ¿Que por qué lo llamaba así?

Porque me parecía que, aunque no lo reconociera, JK se comportaba de una manera rara a su alrededor. Era algo más que preocuparse por su seguridad.

Lo sospeché cuando escuché aquella conversación extraña entre ellos después de la primera partida, pero lo supe cuando TaeHyung llegó con aquel conjunto que EunHa le había comprado y JK lo acompañó a casa. Sí, protección... Ahí había saltado una razón totalmente diferente a la de la protección. Por experiencia, sabía que uno mismo era el último en verlo, así que dejaría que mi hermano se diera cuenta por sí solo. Sería divertido ver cómo aquellos dos llegaban a puerto.

—Jefe, tengo al Cowboy en línea.

—Bien, pásame la llamada. —No es que el Cowboy me estuviese llamando a mí, precisamente, pero yo escucharía esa conversación. El clic del acoplamiento sonó en mi auricular.

—¿Qué tal te ha ido?

—Bien, he pasado a la siguiente ronda, como esperábamos.

—¿Cuántos han fallado?

—Al final consiguieron más jugadores, solo han perdido once plazas.

—Son unos cabrones con recursos, esos rusos.

—Con las deserciones nos ha salido el tiro por la culata, porque se quedaron con el seguro de no reembolso de todos ellos, y reemplazaron casi todas las plazas.

—Eso no estaba en el plan, pero tampoco hemos perdido todo. Asegúrate de conseguir el saco de dinero.

—Cuenta con ello, Benny.

Así que Benny. Podía ser el mismo Benny del que huía TaeHyung. Si así era, solo podía ser una persona: Benedetto Corsetty. Era el sobrino del gran capo de la mafia italiana allí en Atlantic City. No es que fuera muy listo, pero era muy ambicioso y le gustaba hacerse el duro. Puede que eso funcionase con la gente común, pero no lo hacía con la gente que realmente estaba en el negocio. Había gente peor que él, mucho peor. Puede que los Min's no fuéramos unos desalmados, pero todo el mundo sabía que no se jugaba con nosotros, porque habría consecuencias, devastadoras consecuencias.

Min's Family (KT) 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora