Capítulo 32

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20 de diciembre de 1986

Querubín se movió lo más silenciosa y cuidadosamente posible a través de la jungla. En la base de un gran árbol de Neem, Querubín saltó, agarrando una rama baja y se levantó. Trepando hasta la mitad del árbol, Querubín se agachó y se escondió entre el follaje. Sonriendo, miró a su alrededor en busca de alguna señal de Soto. Estaban jugando al escondite como parte de su entrenamiento en artes marciales. A Querubín le encantaba aprender ninjitsu, que es como Soto llamaba a su estilo de arte marcial. Era mucho más un juego que un trabajo mientras rodaban, luchaban y peleaban; Querubín sonrió pensando en las horas de diversión que tuvo con Soto.

Calmando su mente como Soto le enseño, Querubín escuchó atentamente con la esperanza de escuchar a Soto antes de que lo encontraran. Querubín se quedó quieto aún más cuando escuchó un suave crujido, era débil pero cercano. Estudiando el paisaje frente a él, Querubín casi se perdió la pequeña serpiente negra mientras se deslizaba con cuidado por el árbol.

Hola, pequeño maestro –

Querubín parpadeó y girando hacia el tronco del árbol se encontró cara a cara con una hermosa serpiente negra. Mientras se movía saboreando el aire, Querubín pudo ver un arcoíris de color reflejado en cada escama.

– Hola, eres muy bonita, ¿Cómo te llamas? –

Gracias, pequeño maestro. Todavía no tengo un nombre. He estado esperando que me dieras uno –

¿Yo? –

Sí, renací en el templo de Kali justo allí – La pequeña serpiente giró sus ojos plateados hacia la derecha donde un antiguo templo estaba oculto a la vista por la densa jungla. – He estado esperando que venga un nuevo maestro –

Ay – Querubín frunció el ceño sin saber qué hacer a continuación. – ¿Qué tipo de serpiente eres? –

Mi último maestro me llamó serpiente 'arcoíris nocturno' –

Eso encaja. Si se supone que debo nombrarte, ¿podrías decirme si eres un niño o una niña? –

La serpiente siseó una risita.

– Soy una niña serpiente. ¿Sabías que hay un hombre tratando de acercarse sigilosamente a ti? – Preguntó con curiosidad, manteniendo un ojo en su nuevo maestro.

Rápidamente, Querubín se giró y chocó la nariz con un Soto sonriente. Querubín chilló de miedo y el rápido agarre de Soto fue lo único que evitó que se cayera del árbol.

– ¿Estás bien? – Preguntó Soto. Cuando Querubín asintió, sonrió. – Bien, yo gano –

Querubín gimió y puso los ojos en blanco, un hábito que había adquirido de Freja y Ria.

– Sí, ganaste. Ah, y mira, una nueva serpiente me encontró – Dijo Querubín con entusiasmo, volviéndose hacia el arcoíris nocturno que esperaba pacientemente a su lado.

Soto enarcó una gruesa ceja negra y observó cómo los dos se siseaban el uno al otro. En la semana desde que descubrieron que Querubín podía hablar con las serpientes, todos lo habían visto hacerlo varias veces. Una vez que Freja señaló las posibilidades de recolectar ingredientes para pociones, Querubín había estado hablando con serpientes y recolectando cuidadosamente sus cáscaras de huevo, escamas y veneno. Soto estaba agradecido de que el regalo de Querubín se hubiera descubierto aquí en la India, donde las serpientes eran reverenciadas y, en ocasiones, adoradas. Una vez que se fueran, Querubín tendría que tener mucho cuidado de quién lo escuchaba sisear.

Caravana Corazón de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora