Capítulo 59

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Severus gimió mientras se Aparecía en Ottery St. Catchpole, su cuerpo temblaba, ya no podía ocultar lo que había pasado. Lentamente caminó hacia las tiendas brillantes. Gabriel estaba acostado en la hamaca con Hedwig sentada sobre su estómago. Severus sonrió al ver al joven acariciar las plumas blancas mientras hablaba con su lechuza.

– Buenas noches, Gabriel– .

– Hola, Severus, Adonis está esperándote en el baño grande – Dijo Gabriel con sus ojos verdes llenos de preocupación.

– Me reuniré con él en un momento, ¿sería una imposición que Hedwig me entregara una carta? – Severus preguntó mientras se acercaba.

Gabriel sonrió y le tendió un sujetapapeles, un pergamino, una pluma y tinta. Severus negó con la cabeza y tomó los materiales ofrecidos. Una vez que hubo escrito una breve nota a Draco haciéndole saber que estaba bien y que lo vería mañana, Severus se volvió hacia la lechuza blanca.

– Hedwig, ¿podrías por favor entregarle esta carta a Draco Malfoy en la Mansión Malfoy? –

Hedwig dio un grito de felicidad y extendió su pierna. Después de que la carta estuvo bien sujeta, se volvió y mordisqueó la oreja de Gabriel antes de despegar hacia la puesta de sol.

– Gracias, Gabriel –

– De nada, Severus. Ahora vete, hay un hombre guapo y mejor aún un baño caliente esperándote – Dijo Gabriel con una sonrisa descarada.

Severus sonrió y caminó hacia el autobús decorado con el bosque. Volviéndose, preguntó:

– Gabriel, ¿cómo es que siempre pareces saberlo todo? –

Gabriel rio levemente.

– No lo sé todo, de hecho, sé muy poco en comparación con los demás. Solo supongo que bien –

Severus levantó una ceja con incredulidad, se dio la vuelta y fue hacia su amante y el baño prometido.

Adonis suspiró con alivio cuando la puerta del baño se abrió y Severus entró en la habitación llena de vapor. Rápidamente se levantó y fue hacia su afligido amante. Sin una palabra, le entregó a Severus varias de sus propias pociones y comenzó a desabotonar las sucias túnicas negras. Una vez que Severus estuvo desnudo, Adonis lo llevó al baño y lo ayudó a entrar. Empezó a lavar suavemente el cuerpo delgado y pálido que tenía delante. Le dolía el corazón por el suave temblor y los moretones que estropeaban la piel blanca lechosa. Tomó un tiempo, pero finalmente Severus se relajó en el agua caliente mientras las pociones comenzaban a curar el daño que le habían infligido.

Los ojos de obsidiana se suavizaron cuando se encontraron con los preocupados orbes dorados de Adonis.

– Necesito tu ayuda –

– Lo que sea que necesites, solo dímelo – Respondió Adonis suavemente.

– Me vi obligado a prometer mi nuevo ahijado al hombre que me posee – Dijo Severus, y suspiró profundamente. – Estaba pensando en ti cuando hice ese voto. Necesito que me reclames esta noche. Necesito que me hagas tuyo para que mi voto pueda ser verdad. Necesito proteger a Hydrus; por favor, ayúdame – Severus estaba temblando de nuevo, odiaba ser vulnerable, odiaba pedir ayuda y odiaba ser débil.

Los ojos de Adonis brillaban con lágrimas no derramadas. Inclinándose hacia adelante besó suavemente los labios rosados ​​de Severus.

– Nada me gustaría más que fueras mío, Severus Tobias Snape. Vamos a sacarte de este baño –

Severus asintió y dejó que Adonis lo ayudara a salir del baño suspirando mientras lo secaba con una toalla suave y gruesa. Adonis lo envolvió en una lujosa bata de felpa y colocó un par de pantuflas forradas de lana en el suelo para sus pies.

Caravana Corazón de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora