Capítulo 2

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Vincent podía sentir la presencia de un ser mágico. Quien sea que fuera había arribado cuando se estaba poniendo el sol y se había quedado observándolos. Todo su clan podía sentirlo. No sentía nada malicioso o enojado sobre esa presencia, solo observaba pensativo. Vincent miro a los últimos vendedores locales marcharse, sonriéndoles les hizo señas con la mano. Volverían mañana para participar en su pequeña feria, pero hasta entonces había magia que realizar.

Volviendo a las carpas Vincent saco la cinta que ataba en su largo pelo castaño y paso sus dedos por él para deshacer cualquier nudo que se hubiera formado, disfrutando la sensación de su pelo suelto contra su espalda. Sus afilados ojos escanearon el perímetro del campamento buscando a su observador mientras se acercaba a los demás. Necesitaba hablar con Freja; ella también debería estar meditando sobre esto apenas sintieron la presencia. Vincent sonrió al ver a los demás gitanos preparando un área y aprestándose a lanzar un círculo de protección.

La mayoría de los Squibs no reconocían todo su potencial pero Vincent y su familia lo sabían. Cada uno de ellos era un desterrado del mundo mágico y no estando dispuestos a esconderse en el mundo Muggle, vivían al borde de ambos. Usando rituales de culturas antiguas basados en la tierra podían aprovechar la magia de la naturaleza para hacer funcionar sus hechizos. Cada uno de ellos tenía dones dotados por su ascendencia mágica sin importar cuán atrás había estado la magia en su sangre.

Los bisabuelos de Vincent habían sido Squibs nacidos de brujas y ellos habían comenzado este grupo gitano. Los pensamientos de Vincent se dirigieron al grupo central, seis poderosos Squibs; Freja, una squib danesa nacida de ambos padres mágicos, poseía el don de la adivinación, plantas y cocina. También estaba Naveen, un Squib de segunda generación nacido en la India con el don de poder controlar el aire y el viento, podía mantener su balance junto a quién estuviera trabajando a su lado y podía proteger a todo el grupo de tormentas violentas. La esposa de Naveen, Ria era una hermosa Squib de tercera generación. Sus asombrosos poderes mentales incluían un nivel de telepatía que hacía difícil guardar secretos.

Mientras la mente de Vincent continuaba recorriendo a sus compañeros de clan pensó en Soto, un Squib japonés de segunda generación. Su don de ver la energía y las auras le permitía sobresalir como artista maestro de artes marciales y espadachín. Vincent sonrió de medio lado al pensar en Adonis, un Squib de cuarta generación y el dios griego de los gitanos. Adonis era dorado de pies a cabeza – incluso sus ojos tenían un destello dorado. Adonis podía recordar cualquier cosa que leyera o escuchara; ayudaba bastante con las diferentes leyes al viajar de país en país. La sonrisa de Vincent aumento al pensar en su pareja Mudiwa. Mudiwa era el tercer hijo de un chamán Squib de Sudáfrica, entretenía y protegía al ser el maestro de la ilusión del grupo.

Mientras caminaba por el campamento Vincent le sonrió a más de la gente que viajaba con ellos. La mayoría solo se quedaría un tiempo y luego se iría; solo aquellos que estaban más de cinco años se movían a calidad de "permanentes". Tenían un buen grupo de doce Squibs transitorios. Había payasos, malabaristas, vendedores ambulantes y adivinos, además de otras especialidades y aquellos que estaban aprendiendo nuevas habilidades de otros. Tres niños corrían agradecidos de poder jugar al fin. Todo el mundo ayudaba en el armado y desamado del campamento, junto con las tareas básicas diarias y la venta de entradas. La paz y felicidad del grupo llenaba el aire como música, risas y conversaciones lo rodeaban junto con el delicioso aroma de la cena siendo preparada. Mirando hacia adelante sonrió; lejos de los demás sus amigos ya tenían encendido el fuego con comida cocinando sobre él y alfombras orientales y cómodos almohadones rodeaban la hoguera. Era hora de la reunión nocturna y quizás su observador mágico se mostraría.

El muchacho observó mientras el hombre alto caminaba graciosamente por el campo hacia las tiendas y la gente. Nunca había visto a nadie moverse tan suavemente. Observó a los adultos e incluso a los niños trabajar juntos; se veían tan felices riendo y conversando. Cuando la última de las personas locales se fue y el niño se sintió más seguro de que no regresarían, comenzó a acercarse a escondidas a la parte trasera del grupo donde el hombre alto se había sentado sobre las más hermosas alfombras y almohadas que jamás había visto. El olor de la comida cocinándose lo hizo trastabillar un momento, tenía tanta hambre y nada que su tía hubiera cocinado había olido tan maravilloso.

Caravana Corazón de DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora