Caravana Corazón de Dragón

Capítulo 8

Un valiente caballero y su amigo, un guerrero indio llamado Punja, estaban a punto de reemplazar la última pieza del rompecabezas en la esfera que liberaría al Rey Dragón de su prisión, cuando Freja lo llamó a almorzar.

– ¡Voy! – Querubín llamó, dejando con cuidado la marioneta para que sus cuerdas no se enredaran. Querubín luego colocó su manto de terciopelo azul sobre la mesa, y después de colocar la última pieza en la esfera colocó la bola de madera encima del manto. Querubín salió de la tienda y se acercó al círculo. Los viajeros del Corazón de Dragón se sentaron alrededor de un fuego frío, cansados ​​pero felices. Dentro del círculo había fuentes de verduras cortadas, quesos, galletas saladas, salsas y jarras de limonada.

Ria, al ver a Querubín, le hizo señas para que se acercara.

– Ven y siéntate. ¿Puedo traerte un plato? ¿Cómo estuvo tu mañana? –

Querubín se acercó, un poco nervioso ahora que todos lo miraban. Comenzó a juguetear con el dobladillo de su camisa mientras le respondía a Ria.

– Sí, por favor. Tuve una muy linda mañana – Querubín se movió y vio rostros felices abiertos mirándolo, todos esperando más información sobre cómo había pasado la mañana. – Miré libros, hice dibujos, jugué con rompecabezas, hice un fuerte con la tela y... – Murmuró Querubín mirando al suelo.

Entregando a Querubín un plato lleno de comida, Ria sonrió y dijo.

– El blanco es un yogur raita y el marrón claro es hummus. No tienes que comer nada que no te guste. Por favor, repite lo último que dijiste, no pude escucharte –

Sosteniendo el plato con cuidado en su regazo, Querubín respiró hondo.

– Jugué a "caballeros" con la mari-nette – Expresiones de desconcierto estropearon todas las cejas excepto la de Naveen.

– ¿Conseguiste que la marioneta se moviera bien para ti? – Preguntó Naveen, mientras le dejaba saber al otro lo que Querubín había dicho. Querubín acaba de poner un trozo de queso blanco cremoso en su boca, así que asintió con la cabeza en lugar de responder. El rostro de Naveen se iluminó con una sonrisa. – Brillante – Dijo.

– Querubín, cuando termines de comer me gustaría mucho ver lo que dibujaste – Preguntó Adonis esperanzado. Querubín asintió con las mejillas enrojecidas y sumergió una zanahoria en el hummus. Los ojos verdes brillantes se abrieron con sorpresa; luego, las largas pestañas negras se cerraron con alegría.

Esta vez fue Naveen quien sonrió con orgullo mientras el joven disfrutaba tanto de su cocina. Naveen había aprendido a hacer hummus de su tía favorita y era su especialidad.

Los demás sonrieron amablemente tanto a Naveen como a Querubín, encantados de que el chico delgado disfrutara de su almuerzo. Cada persona del grupo planeaba preparar pronto su plato especial. Las conversaciones se detuvieron cuando todos comieron, los adultos se aseguraron de no comer demasiado, ya que todos tenían otro espectáculo para montar en una hora. Querubín continuó tarareando su deleite con la raita de Ria, la limonada de Freja y varios de los diferentes quesos y galletas.

Cuando Freja comenzó a limpiar, esta vez con la ayuda de Soto, dijo:

– Querubín, si me traes uno de los libros de cuentos, me encantaría leerlo antes de tener que volver al trabajo –

– ¿En realidad? – Querubín se levantó de un salto. – Vuelvo enseguida –

Todos se rieron de su entusiasmo. Una vez que estuvo fuera del alcance del oído, Vincent preguntó rápidamente:

– ¿Alguien ha escuchado o visto a alguien buscando a un niño desaparecido? – Suaves "no" fueron la respuesta.

– Les pregunté a varios de los vendedores cómo les estaba yendo mientras los ayudaban a instalar y ninguno dijo nada sobre un niño desaparecido – Informó Soto.