ALIADOS

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BÁRBARA:

Después de que me haya insistido por más de una eternidad, accedí a llevarlo a conocer la poza, llegamos y bajamos de los caballos. Pablo estaba tan sorprendido y maravillado, como un niño entrando a una tienda llena de juguetes o algo así.

-¡Wow! esto esta más hermoso de lo que me imaginé. -admira recorriendo el lugar con la mirada.

-Si, el lugar es mágico. -también hago lo mismo. Niego con la cabeza tratando de espantar los malditos pensamientos que me estaban atormentando en este preciso momento, la primera vez que Santos y yo nos encontramos aquí, las innumerables veces que hicimos el amor aquí, no, no Bárbara, me rehúso a pensar en eso... Basta.

-Si tu lo dices, si que ha de ser mágico. -se acerca a la orilla y por un momento pensé que me iba a sugerir meternos a la poza, realmente no estaba segura de poder hacerlo. Al menos aquí le tenia bastante respeto. Bueno, si tenia miedo de que de repente llegara Santos y nos viera aquí. Pero otra vez pensando en Santos... ¡Si serás bruta Bárbara!

-Bárbara que tal si... -me siento salvada por un momento, cuando él iba a decir algo, escuchamos el ruido de una rama.

-¿Escuchaste eso? -pregunto mirando en dirección al sonido.

-¿Escuchaste eso? -pregunto mirando en dirección al sonido

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-Si... Si, si lo escuche. Maldita ruido inoportuno. -sonríe y también mira alrededor. -Oh vamos, quizás fue solo un animal. -despreocupado se me acerca.

-Si, eso ha de ser... Pero ya vámonos, que se nos hace tarde. -me excuso para retirarnos y por suerte no pone resistencia.

-Si, tienes razón...Vamos. -me da un corto beso en la frente y subimos a nuestros respectivos caballos.

-Aprendiste rápido ehh... -lo miro montado en el caballo ¿Quién lo diría? Pablo Destefano quien hace unos meses decía que los caballos eran aburridos, emocionado al subir a uno.

-Aprendí de la mejor. -me guiñe un ojo y luego se adelanta a la marcha. -¡Carrera! -exclama. Lo sigo divertida, realmente aprendió de mi.

MARISELA:

Después de ver esa estúpida escena y previamente asegurándome de que ya se habían marchado, muerdo la mano de Gonzalo; éste me suelta por inercia, se muestra adolorido, mira su mano.

La Diosa del RíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora